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Por Claudia Alonso Rosas.
Nada vuelve a ser lo mismo
Minerva Vera Alvarado de 62 años es de estatura promedio y algo llenita; es de tez morena clara, su cabello es corto, ondulado, y ya se muestran algunas canas.
Ella vivía tranquilamente en el estado de Oaxaca con su hija y su esposo. A pesar de la distancia tenía buena relación con su hermana, Teresa Vera Alvarado, quien vive en el Distrito Federal.
Minerva venía al D.F. a pasar las vacaciones con Teresa o ésta iba a Oaxaca a visitarla.
Una llamada hizo que la tranquilidad de Teresa se rompiera. Según el esposo de Minerva ella fue al salón de belleza a cortarse el pelo, pero jamás regresó.
La primera reacción de su hermana fue salir a la calle con su foto y preguntar por ella. Nadie la había visto.
Teresa terminó yendo a Oaxaca para encarar al cónyuge, del cual sospecha; éste le volvió a contar la misma versión que ella no cree.
La desaparición de Minerva se dio desde el 29 de abril del 2006, y desde esa fecha nadie de los vecinos ha querido decir nada.
Ya hay una recompensa de 1 millón 500 mil pesos a la persona que la encuentre o la vea.
“Día y noche pienso en ella. Dónde está, cómo está, quién la tiene; si come, si duerme o alguna familia la está amparando. El insomnio los primeros años era terrible”, expresa Teresa mientras seca sus lágrimas. Sus lentes no evitan poder verlas.
Las personas que tienen a un pariente desaparecido siempre desean poder encontrarlo con vida, pero lamentablemente eso no sucede así.
María Bárbara Reyes Muñiz fue encontrada en una fosa común después de una ardua búsqueda. Ella es uno de los tantos casos que acaban de esa manera tan trágica.
En entrevista para Reconoce MX, la tanatóloga María Elena Vázquez Garduño de la AMNRDAC, asegura que la gente que encuentra a sus familiares, ya sea vivos o muertos, necesita ayuda psicológica.
“Al principio cuesta mucho trabajo decir que lo quieres ver como sea, aunque sea muerto”.
Los levantones se han dado mucho desde que se declaró la guerra contra el narcotráfico.
La retención es brutal, los verdugos tienen una vigilancia que es difícil de burlar.
A la asociación llegó el caso de un niño que se llevaron a la sierra de Guerrero donde estuvo trabajando tres años.
Cuando el chico por fin se encontró en su casa, le platicó a su mamá que no les daban de comer. Al día sólo consumían una fruta y un vaso de agua. Además no tenían zapatos.
Otros cuatro compañeros más junto con el niño lograron escaparse. El pequeño apareció físicamente desgastado y con infecciones en su piel. Tanto lo afectaron las condiciones en las que lo tenían, que ya no quiso salir a la calle.
Si no saber dónde está uno de los familiares es doloroso, la agonía se triplica cuando son dos. Ésto lo vive en carne viva la señora Ascensión Delgado Enríquez.
Mientras la mujer cuenta su desgracia no deja de llorar; los meses que han pasado desde la desaparición de su hijo y esposo no han amortiguado su dolor, sino al contrario, cada día lo hacen más grande.
Sentada y con la mirada hacia la Avenida Paseo de la Reforma, relata cómo empezó todo. Conforme avanza la plática se nota que revive todos los momentos que comenta.
Lo que resalta entre toda su vestimenta es una cruz plateada que le cuelga del cuello. Ella subraya que le pide fuerzas a Dios para poder continuar con su búsqueda.
Según dice Ascensión, toda su familia son personas humildes y trabajadoras, no tienen enemigos, no hay ningún motivo por el cual hayan podido ser levantados tanto su esposo como su hijo.
C O N T I N Ú A . . .
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