No se vive, se sobrevive, pt. 9

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Día y noche pienso en ella. ¿Dónde está, cómo está, quién la tiene; si come, si duerme o alguna familia la está amparando: Teresa Vera Alvarado.

Por Claudia Alonso Rosas.

Delfino Morales Ortega y Francisco Morales Delgado, de 76 y 32 años, se encontraban en Iguala, Guerrero, haciendo el trabajo de sastrería. Cada fin de semana iban a Morelos, Cuernavaca, a pasar unos días con su demás familia.

No se vive, se sobrevive, pt. 9.

El 6 de septiembre del 2012 fueron levantados por un comando armado de 15 personas que traían armas largas, según las versiones de los vecinos.

Su otro hijo, su nuera y ella fueron a Iguala para llegar al lugar donde su vástago y cónyuge vivían. Se encontraron con que el casero arregló todo porque las paredes y las puertas estaban baleadas. Según él dijo que había limpiado por ignorancia, pero la señora Ascensión dice que no se ve que el dueño sea así.

Por su parte, la policía le subrayó que ese día no hubo ninguna balacera.

Ascensión lo único que quiere es volver a ver a su hijo y esposo porque ya no puede con la pena. Anhela que las personas que se los llevaron paguen todas las lágrimas que ha derramado.

Por último, la tanatóloga recalca que la ayuda que da la institución es psicológica y espiritual porque después de todo lo vivido, las víctimas quedan con crisis de pánico y delirio de persecución.

A todos por igual se les da el apoyo, lo lamentable es que cuando las personas encuentran a sus seres queridos no se vuelven a parar por la asociación para recibir su primera terapia.

En cuanto a las personas que encontraron a sus niños sin vida, se les realizan técnicas de duelo y de perdón, pues llegan a sentirse culpables.

Toda la gente que protesta frente a la PGR quiere ser escuchada, desea que las autoridades realmente hagan su trabajo, que todo este tipo de crímenes no queden impunes.

Ahora tienen sus lonas sobre el suelo, las cuales gritan para que las observen.

La gente pasa y se acerca a verlas por curiosidad, segundos después les dan la espalda y continúan su camino sin tomarse la molestia de voltear.

Hay otras que sí se toman el tiempo para detenerse, miran cada una de las caras que aparecen en los carteles, algunos rostros muestran consternación, pero no pasa de ahí.

No se acercan a platicar con los seres humanos que claman justicia, que son iguales a ellos; la única diferencia es que éstos sobreviven, ya conocen la angustia de no saber nada de algún miembro de su familia.

¿Qué tienen que hacer para que les hagan caso? ¿Cerrar Paseo de la Reforma? Lo hacen por unos minutos, pero algunos cuidadores de la PGR los corren, mientras ésta mantiene sus puertas cerradas.

Se escucha que los que están allá dentro tienen miedo de que les vayan a hacer algo como si ellos fueran delincuentes y no víctimas.

No solamente la gente de la PGR trata de hacer que se larguen, también los carros que se encuentran por ahí; éstos tocan el claxon.

No importa qué estén pidiendo, lo único que quieren es llegar a su destino. Se muestran fríos ante el dolor del otro.

Finalmente estos dos elementos hacen que se retiren y vuelvan a ponerse donde estaban.

El tiempo pasa y no se detiene. La vida sigue su curso, pero para los familiares que conocen el sufrimiento de no saber cómo está su hijo, su esposo, su nieto, por mencionar algunos; no viven, sólo sobreviven.

Aun así no se cansan de gritar y exigir justicia. No están totalmente solos, se han encontrado personas que los han ayudado en su lucha.

Además lo más importante de todo es que sus hijos de alguna manera se encuentran con ellos en los carteles y las lonas que para sus familiares son un estandarte.

Su grito está ahí, pero es silencioso, para alcanzarlo a escuchar tienes que quedarte a mirar por un buen instante sus caritas para que entiendas lo siguiente: Oye, estoy aquí. Soy alguien como tú que tiene familia; por favor, ¡ayúdame a regresar a casa! Piensa que esto también te puede pasar a ti. Si algún día llegas a estar en mi situación vas a desear lo mismo que yo. Estar con tu familia.

F I N

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