Cada septiembre es lo mismo, entre el exagerado fervor patrio de unos y el pesimismo casi fúnebre de otros, cada septiembre es lo mismo. Septiembre es un mes lleno de todo tipo de conmemoraciones, desde los festivos 15 y 16 de septiembre, hasta los dolorosos 13 y 19 del mismo mes. Sin embargo, como en todo, no hay negros o blancos; hay mas bien grises.
Existe una plaza en el centro de la ciudad de México que nos recuerda que todas las conmemoraciones tienen algo de luz y algo de oscuridad; a días de un aniversario más del terremoto de 1985 en la capital mexicana, hay aspectos negativos y positivos que recordar de éste. Quizá uno de ellos muy válido en estos días de incertidumbre.
Frente a la fría y lenta respuesta de nuestros gobernantes: la sociedad. En un hecho que pareciera irse olvidando en una ciudad cada día más grande, por un momento, en medio de millones de personas, parecía que no estábamos sólos y que no nos éramos tan inidferentes. Tuvo que ser una catástrofe la que nos uniera; la que hiciera que las manos, una a una, se juntaran para levantarnos, y ayudarnos.
Ese hecho se recuerda en la llamada Plaza de la Solidaridad, ubicada en la que a un costado de la Alameda Central, en el centro histórico de la ciudad de México. Áreas verdes, fuentes y bancas, custodian una escultura que se levanta en memoria de los caídos aquel sismo de 1985.
En aquel sitio, donde se levantó alguna vez el Hotel Regis, destruido ese 19 de septiembre de 1985, se encuentran cerca algunos restaurantes y cafeterías que sirven como sitio de esparcimiento para niños, jóvenes, adultos y gente mayor.
Bien valdría la pena darse una vuelta y recordar que no todo es tan negro; y con ello honrar a quienes ayudaron, y naturalmente, a quienes cayeron ayudando.
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