Tenochtitlan: Una ciudad que vivía con el agua

Por Enrique Figueroa Anaya.

En los últimos días las lluvias han azotado de manera incesante al territorio mexicano. Si bien la ciudad de México no ha sido tan afectada como los estados aledaños al mar, los daños no son menores. Tan solo el fin de semana cayó una tormenta que mantuvo inundadas varias calles de la capital mexicana. Sin embargo el asunto del agua en la ciudad de México no es nuevo.

Tenochtitlan: Una ciudad que vivía con el agua.

La cuenca de México, que no valle, tuvo en sus inicios un gran número de habitantes y centros urbanos organizados que tuvieron que aprender a vivir con el agua. La región que ocupa la hoy ciudad de México era completamente distinta a como la conocemos hoy. Una abundante vegetación y fauna con diversas especies, distinguían la zona que vio nacer a la gran Tenochtitlan.

Las crónicas españolas de Tenochtitlan revelan una ciudad de enorme belleza que contaba con una planeación cuidada y un conjunto urbano equilibrado. Cinco lagos formaban parte del paisaje; Xaltocan y Zumpango al norte, Texcoco al centro, Xochimilco y Chalco al sur. Imaginarse Tenochtitlan en su momento de esplendor resulta un ejercicio maravilloso.

El agua de los lagos en la cuenca provenía de diversos arroyos, manantiales y ríos. Uno de los mayores ríos era el de Cuautitlán, seguido por los ríos Pachuca, La Magdalena, Tenango y Tlamanalco. Los ríos Popotla, Texcoco, Teotihuacán y Tepeyac nutrían el lago Xochimilco, que a la vez recibía flujo de los lagos adyacentes.

Al momento de decidirse asentar en la cuenca de México, los mexicas tuvieron que lidiar con varios problemas. Dos de ellos la salinidad del agua, pues había agua salada y agua dulce en la zona; y otro el de las inundaciones continuas. Los mexicas, reconocidos como uno de los pueblos con mayor desarrollo hidráulico del mundo, idearon de esa manera un sistema de diques que medía cerca de 80 kilómetros de largo. Canales y un albarradón sumaron a la fama de un pueblo que vivía con el agua.

Destacan los acueductos de Churubusco y Chapultepec que llevaban agua a palacios, residencias y centros públicos de la ciudad; así como el Albarradón de Netzahualcóyotl, construido para evitar las inundaciones a la ciudad. Éste se encontraba situado al este de la ciudad; los cronistas marcan que medía más de 12 kilómetros de largo y que se extendía de  norte a sur de Tenochtitlan.

Otro de los avances importantes de los mexicas fue la invención de las chinampas, que persisten hoy día en Xochimilco, y que no son otra cosa que isletas artificiales que permiten el cultivo de maíz, vegetales, flores y hierbas medicinales aprovechando de mejor manera el agua de la zona. Se dice que a la llegada de los españoles 10,000 hectáreas eran chinampas en la capital mexica.

Además de eso los lagos sirvieron como vías de transporte a falta de animales de carga y vehículos de rueda. Este sistema de lagos permitió un mejor control del imperio y grandes avances en Mesoamérica; aunque como bien marca la historia, significó también parte clave en la caída de la capital mexica.

A raíz de la conquista la ciudad empezó a olvidarse de al agua, o por lo menos, a verla más como enemiga que como aliada. Los grandes lagos, peces, chinampas, aves y bosques cedieron frente a una agresiva conquista que nos heredó una ciudad que se olvidó de sus orígenes de manera pronta e irresponsable. El agua sigue su curso y busca el viejo sitio donde convivía con los humanos; los humanos, por su parte, olvidan que el agua llegó antes que ellos y que es imposible pelear con ella. Habría que aliarse de nuevo y volver a vivir con ella.