Resulta curioso que a pesar de que nuestro país «peca» de nacionalista, el que probablemente fue el día más feliz de la Patria no se celebre, o de menos, se recuerde. Resulta curioso hasta que uno se encuentra que fueron razones políticas las causantes del olvido. La política, como siempre, metía su cuchara de modo tal que un día tan importante ha quedado simplemente en el olvido.
Países como Estados Unidos, Australia y Argentina celebran el día de la independencia justamente cuando ésta les fue concedida; en México no, acá se celebra el inicio y no el final. La lucha por la independencia de México es quizá una de las más largas, ya que fueron 11 años de conflicto, si bien con huecos en el ínter, en total fueron 11 años los que llevaron consumarla.
Sonaría lógico celebrar el día de los mexicanos cuando se podría decir que éstos nacieron, y no cuando ni siquiera se tuvo la noción como tal de una independencia. Miguel Hidalgo no pensó en la independencia de los mexicanos; Iturbide sí. Es cierto, cada uno tuvo sus razones, pero Iturbide veía por lo pronto una nación independiente, y nada tonto, peleó por ella después de intentar un poco del lado español.
Si bien el nivel de lucha no fue el mismo que al principio, con un ejército insurgente reducido a una guerrilla guiada por hombres como Vicente Guerrero, a nivel político los cambios impactaron de manera fuerte en Nueva España. Los cambios que sucedían en España y que obligaban a Fernando VII a ver limitado su poder tras la Constitución de Cádiz (constitución que por cierto da nombre al Zócalo, y no la constitución mexicana como uno pudiera pensar), fueron fundamentales pensando en una eventual independencia.
Dicen por ahí que la conquista de México no se hubiera logrado sin los indígenas; sucede lo mismo con la independencia, ésta no hubiese sido posible de no ser por el apoyo de los españoles. Asustados con los cambios que traería la nueva constitución, surgió la llamada conspiración de la Profesa, en la que se nombró a Agustín de Iturbide comandante del ejército del sur con la idea de terminar con Guerrero. Iturbide, nada tonto, buscó unirse a la causa insurgente; veía mayores beneficios con un país independiente que uno sujeto a la constitución ibérica. Con Guerrero e Iturbide a la cabeza nació el ejército de las Tres Garantías, el ejército Trigarante; y con ese ejército, la bandera de México, los colores nacionales.
Tras una serie de alianzas, y la firma de los tratados de Córdoba con los cuales se reconocía la independencia de México, con ayuda del virrey Juan de O’Donojú que sólo llegó a México a cerrar lo inevitable, el ejército español comenzó su traslado hacia Veracruz para emprender la retirada; mientras que el ejército Trigarante, al mando de Iturbide, entró triunfante a la ciudad de México el 27 de septiembre de 1821. Se había consumado la Independencia.
Las crónicas declaran que fue un desfile espectacular. Los colores, ya nacionales, adornaron cada uno de los contingentes entre los que marchaban insurgentes y exrealistas como un solo grupo. El camino se encontraba adornado con banderas y arcos triunfales con los colores y el águila como símbolo. Al día siguiente de tan majestuosa fecha en que todos, sin importar clase social, gritaran felices; se firmó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano. “La nación mexicana que por trescientos años, ni ha tenido voluntad propia, ni libre el uso de la voz, sale hoy de la opresión en que ha vivido.”
Es curioso entonces que un día tan glorioso para quienes sintieron por vez primera que nacía una nación, quede hoy oculto y olvidado. Vamos, no muchos saben que el 27 de septiembre pudo ser el verdadero día de la Patria; o por lo pronto no muchos quieren recordarlo.
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