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St. Vincent es una chica que le gusta jugar en la delgada línea del rock, lo raro y el pop, lo cual logra una maestría envidiable. El grupo lo lidera la multinstrumentalista Annie Clark.
El disco abre con «Chloe in the Afertnoon«, un introducción llena de distorsión, que es tan sólo una breve referencia de la primera parte del disco.
Clark asume el papel de antiheroina, como bien lo canta en Cheerleader, en donde afirma que no quiere ser una porrista, sólo quiere funcionar para ti. Encuentra una manía en las guitarras que no se había notado en sus dos producciones anteriores, lo que toca con «violencia» en sus notas.
Las primeras seis canciones nos llenan de un atasque de distorsiones que deleitan a la mente, pero de a poco nos va metiendo a su mundo melancólico. Porque sus letras sugieren su tristeza, pero la música la lleva a un éxtasis de ruidos bien programados.
Hacia el final del disco nos deja descansar en sonidos etéreos, por un momento podemos apreciar mejor la forma en que arma sus canciones, la melodía y su etérea voz.
Este disco estará en el top 10 de lo mejor del año de varias revistas, ella consiguió la ligera reinvención de su música, con la esencia de una voz delicada que te engancha canción a canción.
Para entender lo que St. Vincent nos quiere transmitir se resume en Champagne Year «it’s not a perfect plan / but it’s the one we got». Una balada amarga -¡Carajo con esos contrastes tan buenos!-.
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