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Ha causado polémica la «restauración» de la que fue víctima el famoso Caballito del escultor Manuel Tolsá. La Estatua Ecuestre de Carlos IV, de manera más propia, sufrió daños irreversibles en cerca del 50% de su superficie. Ácido nítrico como parte del proceso fue clave en el daño principal de la pátina que protege a la escultura de bronce.
Sin embargo, y como polémica añadida, me encontré por ahí un texto publicado en El Economista. La primer parte, principalmente, resulta interesante por un planteamiento que hacia el final parece no ser sostenido con interés por el autor de la nota. «Sólo en el México antiguo los españoles podían ser considerados dioses. Más aún, sólo en el México novohispano, independiente y contemporáneo, otras figuras ecuestres como la del rey Carlos IV, disfrazado de emperador romano, siguen cabalgando entre realidades alucinantes.»
El proteger una escultura como el Caballito no creo que se limite al hecho de alabar viejas figuras de autoritarismo; basta con darse una vuelta al centro histórico, donde Palacio Nacional y Catedral Metropolitana no son más que edificios que del mismo modo podrían verse como elementos que alaban también a los españoles. ¿Acaso los restos del Templo Mayor mexica no son también una muestra del poderío autoritario de esa cultura prehispánica sobre los pueblos que sojuzgó?
Creo sinceramente que a veces las cosas se exageran, y si bien nadie pone en duda el origen de el Caballito y la figura que representa, es cierto también que hoy día podríamos colocar más en alto su valor artístico y mostrar rechazo por la forma en la que se atenta contra él. No creo que sea tanto por la figura, sino por el simple y muy tradicional hecho de atentar contra el patrimonio de este país.
Que no se me intrprete mal. Se agradece que se difunda la historia de una figura, que fue en realidad polémica, y se agradece también que se ponga como parte del debate; aunque también sería importante ser justos con todos los demás edificios, esculturas, obras artísticas y demás, que podrían clasificarse dentro de la misma manera. Es más, las mismas maravillas europeas de la misma época provienen de pasados un tanto oscuros donde podríamos alzar la voz y manifestar nuestra indignación. Creo hay tiempo y momento para todo.
Resulta indignante el trato que recibió una escultura que brilla hoy más por su valor artístico que por su significado histórico. Eso sí, existen muchos temas que debieran de indignarnos mucho más y que tendrían que tener toda la atención mediática precisa; eso no se discute de ninguna manera.
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