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Cada día 28 la zona centro de la ciudad de México se llena de fieles. Si bien la devoción a la Virgen de Guadalupe sigue siendo mayoritaria, es indudable que el fervor que reúne una figura como San Judas Tadeo es igual de importante y relevante. Para quienes vivimos en la ciudad de México, la esquina de Avenida Hidalgo y Paseo de la Reforma, cada día 28, es inaccesible. Cada 28 es para «San Juditas».
Jóvenes, adultos, ancianos, niños; no importa, todos acuden para que se les bendiga una imagen del llamado «patrón de lo imposible». El Templo de San Hipólito, que debiera mas bien ser llamado de San Judas Tadeo, congrega desde la mañana y hasta bien entrada la noche a quienes piden un «milagrito» o juran una promesa como pago por un favor.
El origen
A pesar de ser uno de los lugares más visitados, pocos conocen la historia del sitio donde se rinde culto a San Judas Tadeo. El santuario originalmente veneraba a San Hipólito, santo al que se celebra el 13 de agosto; ese día, pero de 1521, cayó Tenochtitlan. A un año de ese suceso se ordenó la construcción de la Ermita de los Mártires, donde los restos de los soldados españoles muertos en la conquista fueron depositados. Desde ese entonces San Hipólito fue llamado patrono de la ciudad.
Sobre San Judas Tadeo, de acuerdo a los evangelios, se sabe que fue uno de los doce discípulos originales de Jesús. Se dice que Judas Tadeo, acompañado de su discípulo de nombre Simón, viajó a Mesopotamia para terminar en Persia donde finalmente fue asesinado. En el santoral católico se recuerda a los dos de manera conjunta.
El desdén a los fieles de «San Juditas»
El culto a San Judas Tadeo es sin duda uno de los más populares, sobre todo, por ser venerado por gran parte de la población en situación precaria. De colonias populares como Tepito, Buenos Aires, Guerrero o Doctores, así como de zonas del mismo tipo en el Estado de México como Netzahualcóyotl, Chalco y Ecarepec, San Judas Tadeo recibe mes a mes todo tipo de peticiones gracias a su fama de interceder por los asuntos en extremo difíciles.
Cada 28 es lo mismo. Quienes pasan por el Templo de San Hipólito se quejan en demasía del alboroto que se genera en el transporte de la ciudad. Los fieles en su gran mayoría, por su atuendo y apariencia, han sido tachados de malvivientes y criminales de manera soberbia por gran parte de la población.
Es cierto, hay quienes sólo acuden por una moda y no por un verdadero sentido de devoción. Inclusive se llega a beber cerveza, se inhalan enervantes, se fuma marihuana o se consume cualquier otra droga. No necesariamente el acudir a San Hipólito es motivado por una causa de verdadera fe; eso es cierto.
Sin embargo no se puede de tachar a todos los asistentes con desdén. Hay quienes acuden por una mera cuestión de tradición. La devoción pasa de generación a generación como costumbre familiar que ha hecho suyo el peregrinar en homenaje a San Judas Tadeo. Los más chicos, quienes conocen de los «milagros» de «San Juditas» gracias a los relatos familiares, acuden al mismo santo al verse relegados de educación, trabajo y otros grupos sociales.
Es la situación económica, social y cultural de muchos de estos feligreces la que mantiene en gran parte la fe a un santo que ot0rga «milagros». Es así que perduran y transmiten en gran parte las prácticas que mes a mes les llevan a San Hipólito; y que cada 28 de octubre llenan aún más las calles del centro de la ciudad de México.
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