Un tema que siempre está en la mesa de debate es la «pelea» entre el «gringuísimo y capitalista» Halloween y el «muy mexicano y tradicional» Día de Muertos. Convencido de que ambas festividades tienen orígenes comunes y que son producto de cambios y combinaciones que se han acentuado con el paso del tiempo, me puse a investigar un poco más y me encontré con una sorpresa.
Se dice que elementos como la comida en las ofrendas, las tradicionales calaveritas de azúcar y el pan de muerto son 100% mexicanos de una fiesta tradicionalmente nuestra. ¿Cuál sería su sorpresa si supieran que estos elementos no son 100% mexicanos sino que provienen de la Europa medieval, y es más, inclusive de los tiempos romanos?
La investigación que me encontré estuvo a cargo de la historiadora Elsa Malvido, de la Dirección de Estudios Históricos del INAH, quien al trabajar sobre el tema de demografía histórica en el Proyecto Cholula del INAH, se encontró de inmediato con temas relacionados a epidemiología y enfermedades infectocontagiosas que la llevaron finalmente a este proyecto.
En el estudio de la doctora se desprende cómo es que las fiestas de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, celebradas de acuerdo al santoral católico los días 1 y 2 de noviembre respectivamente, fueron una invención de la Francia del s. X en honor de los macabeos, principalmente. Era precisamente el día de Todos los Santos cuando se colocaba un altar en el que se exhibían las reliquias de quienes recibían la ofrenda. Huesos, cráneos, tierra y ropa fueron algunos de los primeros elementos que se usaron como reliquias intermediarios entre Dios y el hombre.
En aquellos tiempos, que no podemos juzgar con la mentalidad de nuestros días, se creía que cuando uno moría se podía ir al infierno o al paraíso; y había en gran parte un temor por caer en el primero, por lo que cualquier acción que lo evitara no era tomada en vano. Por ejemplo, quienes podían pagar buscaban ser enterrados cerca del altar mayor de los templos de sus ciudades; en cambio, quienes se encontraban con mayores dificultades económicas encontraban en el atrio una opción para estar lo más cerca posible del primero. Quienes no podían pagar definitivamente terminaban en la fosa común.
De acuerdo a la investigación de la doctora Malvido, en la lógica de evitar el infierno, los primeros católicos recorrían el mayor número de altares para poder ganar favores; de ese modo, quien visitara más ofrendas, podía calcular al final el número de años de perdón que habría ganado. Para ir más allá, a la entrada de los templos, era posible comprar un pan o dulce de azúcar con forma de reliquia para que fuera bendecido y colocado al lado del del santo familiar en la comodidad de las casas.
Es así que el altar de muertos que creíamos 100% mexicano se acostumbra también en sitios como Argentina, Chile, Perú, e inclusive Italia y España. Por ejemplo, de acuerdo a crónicas de la historiadora, en Italia se cree que los parientes visitan el hogar y en España que inclusive les visitan para comer; cabe destacar que ambas creencias cuentan con raíces romanas aún más profundas.
El trabajo de la historiadora Elsa Malvido, fallecida en abril de 2011, no busca polemizar sobre el famoso tema de si el Día de Muertos es o no mexicano; la idea en realidad, y de acuerdo a sus palabras, era «demostrar que no somos un pueblo que adora a la muerte como se concibió; que el festejo actual es de origen católico y no tiene indicios prehispánicos y que el ritual de la muerte es universal.»
Entre las reflexiones que quedan de su estudio está el hecho de que las fiestas del Día de Muertos fueron parte de una reinvención política y antropológica de inicios del s. XX; así como el entender que el humano es un animal y por lo tanto realiza rituales con la esperanza de seguir la vida después de la muerte, así como guardar memoria de quienes se nos adelantaron.
¿Ustedes qué opinan?
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