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Por Mariana Uty Estrada.
Emilio “Indio” Fernández nos presenta, en la que fue una de sus primeras realizaciones, la historia de María Candelaria y Lorenzo Rafael; una pareja ubicada en Xochimilco a principios del Siglo XX, que intenta contraer matrimonio pese a la adversidad. María, protagonista de esta película, debe sobrellevar el desprecio de muchos al ser hija de una difunta prostituta, y la envidia de otros por su belleza. Lorenzo, por su parte, se enfrenta contra la avaricia de Don Damián, quien es incapaz de tocarse el corazón y ayudar a la pareja a cumplir su cometido.
Me abstengo de contar el final. No es difícil de adivinar si ponemos esta película en contexto: drama rural de 1944… en México. Si a alguno le quedaba la esperanza de que esta cinta tuviera un “…y vivieron felices para siempre”, sobre todo por el amor tan sincero que se tienen María y Lorenzo, debo advertir que se aleja de ello.
Retomando nuevamente, no solo la época filmación, sino en la que el filme tiene lugar, que sería 1909, podríamos percatarnos de la tan significativa representación que hacen los personajes. Anteriormente he hecho mención de películas donde la protagonista es víctima de las circunstancias, se convierte en prostituta y es rechazada por la sociedad. Aunque no es el caso particular de ésta, nuestro honorable personaje carga con las acciones de la madre, lo que de igual forma la predestinan a una tragedia, siendo María Candelaria un claro reflejo de la discriminación. Asimismo, muestra la crueldad de una sociedad prejuiciosa, que se dice religiosa, y la diferenciación de clases y raza, pues aunque se trata de una comunidad indígena, la preferencia por los extranjeros es notoria.
Lo que distingue a María Candelaria de otros dramas de su época es que ella no se siente una víctima, no es dramática. Por el contrario, cuenta con la fortaleza suficiente para soportar todo aquello que se dice de ella, además de sentirse motivada por el amor que le tiene a Lorenzo, quien a su vez es un ser amoroso, noble y protector, no un macho que intenta aprovecharse de ella.
Los actores principales, Dolores del Río y Pedro Armendáriz, se desenvuelven muy bien en su papel, tanto que hasta puedo decirles que se ve la química entre ellos. El Indio Fernández logra también un trabajo directoral sobresaliente haciendo uso adecuado de elementos, formas y tradiciones para representar la época. Y por supuesto, una mención especial al excelente fotógrafo, quien se encargó de mostrarnos un Xochimilco que para muchos de nosotros parece un sueño, por no decir que ahora es algo totalmente distinto, y no necesariamente bello: el gran Gabriel Figueroa.
Recomiendo María Candelaria por no ser el típico drama. Claro está que tiene sus momentos «¡Mi marranita no!>, pero aún así logra plasmar el nacionalismo, esto en parte por la historia de amor; y el valor y significado de ser mexicano – por más trillado que esto pudiera sonar -, a través de la tradición, costumbres y objetos de los nativos de Xochimilco (de aquel entonces).
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