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Por Omar Luna (desde Brasil).
La ruta y los tiempos pueden ser diversos pero el objetivo siempre estuvo fijado: apoyar a la Selección Mexicana. Miles de kilómetros recorridos con viajes de hasta cuatro días son algunos escollos que han superado los aficionados mexicanos durante su aventura en Brasil 2014.
Desde un par de días antes de la inauguración de la Copa del Mundo, la ciudad de Recife -sede del duelo de México ante Croacia- recibió a los primeros guerreros enfundados en playeras tricolores. Aunque las sonrisas no escondían su ilusión, la fatiga se notaba en sus cuerpos pues dicho aeropuerto del estado de Pernambuco representaba la quinta ciudad que pisaban en menos de 48 horas.
En vuelos de múltiples conexiones para economizar los gastos, Santiago Rivera dejó Tijuana con dirección a San Diego para volar hacia Miami. El ilusionado mexicano llegó a Sao Paulo procedente de La Florida para posteriormente viajar a Recife y de ahí rentar un auto que lo llevaría a la lluviosa costa de Natal. Luego de tres días de peregrinación, Santiago pudo celebrar en el Estadio das Dunas el tanto de Oribe Peralta.
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