La Toma de Zacatecas.
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A 100 años de la toma de Zacatecas

Por Enrique Figueroa Anaya.

Era junio de 1914 y el ambiente revolucionario seguía turbio. Con un país que seguía dividido por las muertes de Francisco I. Madero, José María Pino Suárez y Belisario Domínguez (entre otros), además de eventos como la ocupación estadounidense de Veracruz de 1914; junio de 1914 significaría «una pequeña luz en el camino».

De la voz del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, el día 12 de junio de 1914 se mandó ordenar que de las tropas comandadas por Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa, se enviaran de tres a cinco mil hombres para apoyar a Domingo Arrieta y Pánfilo Natera. La intención no era otra que ocupar la capital de Zacatecas.

Sin embargo, y no tanto por desobediencia sino por la sensación de que un número tan reducido de hombres resultaría adverso, Pancho Villa se negó a cumplir; situación que a los ojos de Carranza no sería más que un acto de insubordinación. Así, a Villa se le solicitó de inmediato su renuncia como líder de la División del Norte, situación que para los soldados al mando del oriundo de Durango, no estaba en discusión. O su jefe, o nada; o la historia, o nada.

De ese modo, y anteponiendo la importancia que significaría la toma de Zacatecas como respuesta a los triunfos y asesinatos ejecutados por el enemigo, Pancho Villa -junto a Felipe Ángeles y Tomás Urbina- empezó a planear el golpe.

La toma de Zacatecas no sería sencilla. Bajo las órdenes del general Luis Medina Barrón, con 12,000 efectivos y con 13 piezas de artillería, el ejército huertista no sería difícil de vencer. Además se acercaba un conjunto de 1,000 soldados federales, así como otros 1,000 más por parte de Pascual Orozco.

16 de junio: El también duranguense Tomás Urbina se dirigiría a las afueras de la ciudad donde colocaría a sus hombres a la espera de la artillería, que sería comandada por Felipe Ángeles. La idea era que a los días siguientes las demás brigadas se les unirían, con la idea de avanzar con un imponente cuerpo de más de 22,000 hombres con casi 50 cañones.

19 de junio: Llegó la artillería y las hostilidades comenzaron. Acompañado del general veracruzano Manuel Chao, Felipe Ángeles inspeccionó el terreno para sus cañones apenas llegó con Urbina; sin embargo el enemigo pronto presentó resistencia. En medio de un clima lluvioso que complicó las maniobras militares, los hombres de Urbina y Ángeles no se rindieron y presagiaron la dura batalla que darían.

20 de junio: No con poca resistencia de los federales atrincherados, los soldados de Ángeles y Urbina, fueron avanzando y cercando a los rivales. Las piezas se iban acomodando.

21 de junio: Los revolucionarios se iban acomodando mejor. Instalaciones de enfermería y el perfeccionamiento de posiciones militares, fueron algunas de las ventajas de quienes avanzaron con paso firme. Una vez más la lluvia sorprendió a ambos bandos; pero sin desanimar a los constitucionalistas.

22 de junio: A 25 kilómetros del centro de Zacatecas, en la estación de ferrocarril Calera, Francisco Villa comandaba a la División del Norte para propinar el golpe definitivo que arrancaría Zacatecas de las manos del usurpador Victoriano Huerta. La maquinaria era ya imarable.

Al llegar a Zacatecas, y gracias a los preparativos de Ángeles y Urbina, la División del Norte cercaba ya la ciudad de Zacatecas; mientras que los federales, en los cerros que rodean a la ciudad, apostaban toda su artillería en dirección a los atacantes. Por la noche mientras los federales intentaban amenazar a los constitucionalistas con la luz de un favor; los segundos comían y dormían. Mañana sería un día inolvidable; la tormenta de esa noche presagiaba un desastre para los federales.

23 de junio, 10 de la mañana: A la orden de Francisco Villa se desató el infierno. Con un manejo de tropas envidiable, Ángeles comandó las primeras bajas del enemigo. Si bien los revolucionarios vivieron bajas importantes, el avance era favorable y los federales sólo alcanzaban a defenderse. Uno de los primeros líderes en caer sería Trinidad Rodríguez, quien inspiró a sus compañeros a seguir luchando con fiereza.

23 de junio, mediodía: Los federales se ocultaban en los cerros al tiempo que la bandera constitucionalista ondeaba en el monte de la Sierpe. En otro momento, en las laderas del cerro del Grillo, otro revolucionario caía de manera dramática bajando los ánimos de quienes iban ganando la batalla. En medio de ese momento, y como el líder que era, surgieron las inmortales palabras de Felipe Ángeles.

“No ha pasado nada, hay que continuar sin descanso; algunos se tienen que morir y para que no nos muramos nosotros es necesario matar al enemigo. ¡Fuego sin interrupción!

23 de junio, cinco de la tarde: Pasaban las horas y la División del Norte ganaba presencia frente a la disminución de fuerzas de los federales. Minutos después los sobrevivientes del ejército de Huerta intentaron escapar; su derrota estaba cantada y había que salvar el pellejo. Lamentablemente, para su causa, los revolucionarios se lo impidieron. El triunfo era constitucionalista.

A cien años de la batalla la reflexión no es ociosa. Si bien el triunfo fue determinante en el camino que la revolución tomaría, la guerra dejaría aún muchas bajas que llenarían de dolor a un país que para siempre había sido dividido. Que la toma de Zacatecas sea una lección de lo dramático que es tener un país dividido, y de lo aciago de esos días sangrientos para México.

Bibliografía: Pancho Villa toma Zacatecas, de Paco Ignacio Taibo II.

 

 

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