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Por Asfaltos.
Ya había abordado mi querida Janette Alle Tamer la historia de esta extraordinaria banda que hizo mucho ruido en los noventas mexicanos. Su talento era indiscutible, por lo que hoy con la sensible pérdida de Rita Guerrero (vocalista) en 2011 y de Julio Díaz (batería) hace apenas unos días, aprovechamos para evocar una vez más a la gran Santa Sabina.
Característica sin duda por su vocalista Rita Guerrero, con educación operística que no sólo se reflejaba en su extraordinaria voz, sino en su muy particular forma de vestir al momento de pisar los escenarios, Santa Sabina evoca lo mejor de una época que tanta falta nos hace hoy. Además de su talento, su empatía con los problemas de nuestro país no sobrarían en tiempos como los que vivimos.
En las letras que escribían Rita Guerrero y la poeta Adriana Díaz uno se encontraba con momentos oscuros, de reflexión y de denuncia. El surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional brindó algunas de las más sentidas canciones de esta agrupación que aún perdura con la música que afortunadamente nos dejaron como legado.
Además del talento de Rita, el de sus compañeros músicos no era menor. El primer baterista Patricio Iglesias aportaba un toque eminentemente jazzero a la agrupación; el bajo característico de Alfonso Figueroa no era menor; y los teclados de Juan Sebastián Lach y las guitarras de Pablo Valero (y después de Alejandro Otaola) cerraron el círculo de un grupo que no le rehuía para nada a la experimentación.
En fin, la canción que me hizo evocar hoy a Santa Sabina es parte de su álbum debut homónimo. Santa Sabina vio la luz en 1992 dando pistas de lo que vendría siendo la carrera de los músicos del mismo nombre. De ese material se extraen éxitos como Azul casi morado y Mírrota, además de la extraordinaria y teatral Chicles que es la que les comparto finalmente hoy.
¡Buen Miércoles nostálgico, banda!
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