¿Cómo hacemos para hacer valer nuestros derechos? (Foto: Jesús Villaseca Pérez)
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¿Cómo hacemos para hacer valer nuestros derechos?

  • Por Daniel Higa Alquicira.

    “La muerte no da tregua y el dinero te ciega, corrupto es el sistema corrupto el individuo, corruptos somos todos que ya estamos corrompidos, México bandido no ha nacido quien te salve… qué será lo necesario cuál será la solución, si yo supiera como lo pondría en una canción”, dice Cartel de Santa en su canción «Ya No Van».

    ¿Cómo hacemos para hacer valer nuestros derechos? (Foto:  Jesús Villaseca Pérez)

    ¿Cómo hacemos para hacer valer nuestros derechos? (Foto: Jesús Villaseca Pérez)

    Esta es un poco la sensación que tengo con respecto a las formas o métodos que tenemos que aplicar como sociedad para lograr cambios efectivos en la realidad del país.

    En este sexenio ha habido casos como “la casa blanca”, Tlatlaya, Ayotzinapa, la casa de Malinalco, Padrés y su presa privada, la red de explotación sexual de Cuauhtémoc Gutiérrez; “tortura generalizada” –según el Relator Especial de la Organización de las Naciones Unidas sobre la Tortura– y así podríamos seguir la lista de escándalos políticos y sociales.

    Lo que une a todos estos casos, es que en todos hubo manifestaciones públicas y en redes sociales para reclamar justicia; y en todos los castigos a los culpables han sido mínimos. Ningún alto funcionario ha sido removido de su cargo, ninguno renunció avergonzado por sus acciones y ninguna institución ha hecho algo al respecto.

    El gobierno mexicano ha estado bajo presión de organismos internacionales de derechos humanos, de medios extranjeros e incluso hasta Barack Obama opinó sobre la casa de la esposa del presidente.

    Para los ojos de todo el mundo, el gobierno mexicano está en una crisis de credibilidad y legitimidad que en otros países ya hubieran costado cabezas muy pesadas. Pero en México nada ha cambiado debido a estos escándalos.

    A los funcionarios parece que esto les da más fuerza política. Como dice el dicho, lo que no te mata te hace más fuerte. En la semana el representante de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas (ONU) en el país, Javier Hernández Valencia, hizo declaraciones muy precisas sobre esto que estamos tratando.

    En el foro “Sociedad Responde”, organizado por asociaciones civiles, Hernández Valencia señaló que las manifestaciones sociales no deben quedar simplemente en un “like en redes sociales o en una firma electrónica”.

    Es necesario –afirmó–, “buscar los mecanismos para el empoderamiento da la libertad de derechos y exigir a las autoridades el respeto de las garantías más esenciales, por ejemplo: el acceso a la información”.

    Definitivamente tiene razón. En muchos de los casos citados, la sociedad mexicana se organizó para protestar, salieron miles de personas a las calles a marchar, en algunos casos se recolectaron miles de firmas electrónicas y también en la mayoría de los casos, el cansancio o la desilusión fueron ganando terreno sobre la indignación.

    Ya no basta con sentirse orgullosos por haber ido a una marcha, o firmar peticiones o –justamente– darle likes a los contenidos de protesta; necesitamos acciones más efectivas y sobre todo más inteligentes, para cimbrar al sistema cada vez que la sociedad se organice.

    Platicaba con un amigo que en el caso de “la casa blanca” y su escándalo mediático –aunado a la salida de Carmen Aristegui y su equipo de MVS Radio–, lo realmente triste y preocupante es que pareciera que en México no hay ningún mecanismo para investigar y castigar legalmente estos casos.

    Y si los hay, las instituciones encargadas de eso se hacen de la vista gorda. Es decir, de qué manera o qué mecanismos tenemos que aplicar para que estos casos tengan un castigo político, legal y moral, para frenar los hechos de corrupción y tráfico de influencias que se cometen a diario en los altos niveles del sistema político mexicano.

    Lo que hemos hecho hasta ahora como sociedad no tiene mayor impacto en el sistema. Suena muy triste pero parece que está dentro de la lógica de ser una válvula de escape bien controlada en donde los funcionarios y políticos saben que una marcha multitudinaria, no los va a tumbar de sus puestos.

    El gran reto está en encontrar o crear esos mecanismos a los que se refiere Hernández Valencia, para que entonces la sociedad asuma el poder y seamos nosotros los que así como elegimos a los representantes, seamos nosotros mismos los que castiguemos si comenten algún acto ilegalo inmoral.

    Ahora, el grave problema es cómo hacerlo, ya que pareciera que el sistema funciona a la perfección… para los políticos. ¿Cómo podemos generar este cambio?

     

     

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