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¿Hemos realmente aprendido el significado de respeto? La realidad duele y la verdad es que la humanidad irónicamente se encuentra en una constante dicotomía. Entre la búsqueda de la anhelada libertad y por otro lado la lucha por recuperar la homogenización de las naciones. Se deja ver el rechazo hacia las diferentes culturas que en consecuencia a la globalización, deben convivir en un mismo espacio.
Fue así que julio nos regaló una gran lección, Noruega será el protagonista de esta historia junto con el autor intelectual de los acontecimientos. ¡Quién diría que un país nórdico tuviera conflictos sociales radicales! Serán los estereotipos pero muchos en el mundo se sorprendieron al leer o escuchar sobre los atentados en las calles de Oslo y la Isla de Utoeya.
A diario nos enfrentamos a diferentes cosmovisiones tanto con las personas más cercanas a nosotros como con aquellos con quienes difícilmente algún día intercambiemos palabras. Anders Behring Breivik, un noruego sin antecedentes, de una posición económica estable y admirador de John Stuart Mill, canalizaría de manera dramática su inconformidad ante la libertad ideológica, religiosa y cultural.
El 22 de julio de 2011 ocurrió el primer ataque al estallar una bomba en el centro de Oslo, a unas calles de donde se encontraba la oficina de un popular diario noruego y de Jens Stoltenberg, el primer ministro. Dos horas después, un tiroteo comenzaría en la Isla de Utoeya donde se encontraba un campamento de jóvenes socialdemócratas del Partido Laborista, partido que en cierta forma ha apoyado a la comunidad musulmana y al cual pertenece el primer ministro. Brevik, el responsable, lo definió como un acto necesario para salvar a Noruega y al norte de Europa de una amenaza marxista y musulmana.
Los peores atentados después de la Segunda Guerra Mundial y la primera vez que se acusó a alguien de terrorismo son formas de describir los ataques en aquel país nórdico. En consecuencia, 77 fue el número de muertos y en toda Europa una reflexión sobre la xenofobia que lentamente va perdiendo control e inundando la visión de sus ciudadanos. Para entenderlo, basta recordar las palabras de Angela Merkel. La Canciller comentó en una reunión en Postdam el pasado octubre que el modelo de una sociedad multicultural había fracasado, por lo menos en Alemania.
¿A quién se podría culpar? ¿A la desigualdad económica internacional y a la necesidad de migrar para buscar mejores condiciones de vida? La tolerancia no es una opción, es un requisito. México no escapa a este tipo de conflictos, los migrantes en Estados Unidos tienen su propia historia. El respeto a la diferencia esta en el día a día, la práctica evitará en un futuro enfrentar eventos tan dramáticos. Esperemos, internacionalmente se tomen medidas para evitar conflictos con origen en la raza, ideología o religión, de los cuales la historia nos ha enseñado el catastrófico resultado.
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