En Inglaterra, 1984 es un año que marca el colectivo social inglés. No sólo fue el año en que tuvo lugar una de las huelgas más grandes en el Reino Unido, fue también el año en que el Partido Conservador logró una de sus mayores victorias bajo el liderazgo de Margaret Tatcher y que estuvo caracterizado por el rechazo de gran parte de los británicos. Sin embargo, no sólo emergían revoluciones políticas sino también sociales en el más amplio sentido de la palabra.
Grupos hasta entonces marginados luchaban por su reconocimiento e inclusión en la cambiante vida de su país. El fervor de la revolución sexual y feminista de los sesentas había dejado huella y artistas como Madonna o Cindy Lauper eran íconos de un mindset diferente, con canciones que se volvieron himnos de una juventud sedienta de cambios, ‘London cCalling’ de The Clash que criticaba la crisis inglesa con su ‘agresivo’ punk era repudiada por los mayores y abrazada por los más chicos, y artistas como Boy George hablaban abiertamente de temas hasta entonces tabú: el sexo, la homosexualidad y una vida entre liberadora y libertina.
En medio de estos cambios, los jóvenes homosexuales de Gran Bretaña decidieron hacer algo por los mineros de su nación y de esta forma, llevar el estandarte de unos de los actos de solidaridad menos ortodoxos hasta entonces visto.
La historia de Lesbians and Gays Support the Miners (LGSM), asociación que fundaron Mark Ashton y Mike Jackson, y que apoyó con donaciones y dinero a diferentes grupos mineros de Gales y al rededores, se desarrolla bajo la mirada de Matthew Warchus, con un guion impecable de Stephen Beresfor que incluye todo el sabor del humor inglés más aclamado de la tradición cinematográfica.
Con cinismo y despreocupación, se habla abiertamente de la vida gay de los 80’s y de la mezcla de dos sectores que parecerían tan opuestos como el agua y aceite: veinteañeros gays y mineros que son la imagen viva deltípico ‘macho’. Estos ingredientes desenlazan en situaciones hilarantes sin necesidad de recurrir a estereotipos burdos, tal vez lo mejor y más refrescante de «Pride».
La película y el guion de Warchus y Beresford no sólo cautivan al público LGBTQ (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Queer), sino a todo aquél que sepa reírse sí mismo. «Pride» retrata un momento histórico desde la mirada de jóvenes con una cultura propia y diferente a la heterosexual, producto de ser ‘outisders’, sus amistades y actitudes, lo que viven dentro y fuera de su comunidad, y la lucha por ser aceptados, así como los lazos de amistad que surgen de la dificultad y la crisis.
Con un humor sarcástico que no llega a ser corrosivo, sino más bien juguetón y hasta cierto punto inocente, «Pride» es un excelente recorrido por un momento clave en los cambios sociales ingleses y por la vida de unos jóvenes que querían cambiar el mundo desde su trinchera.
Las actuaciones excelentes del cast captan la fiebre revolucionara de la época, las escenas en los pubs y clubes británicos llenan de energía al filme y al final nos cuestionamos el porqué hemos sido tan absurdos como para creer que algo como las preferencia sexuales es algo que define a un individuo.
Una excelente comedia con personajes genuinos y momentos hilarantes, que no pierde vista el peso de esta asociación en la huelga minera del 84 y en la comunidad gay, arrancará carcajadas al público y promete 120 minutos de entretenimiento puro.
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