Érase una vez unos hermanos y un país y un viaje. Desde la peregrinación a Canterbury en los tiempos de Chaucer, los viajes o las narraciones con temática road-trip han sido tan universales como particulares. Un viaje, ante todo, es (auto)descubrimiento. Es ampliar la mirada y prestarle atención a lo que ahí estaba pero no se había visto.
Bajo esa premisa, Gerber Bicecci nos lleva a un recorrido por las carreteras de México, por sus personajes y sus pueblos, todo, desde la inocente mirada de Omar y Karina, dos hermanos de quince y doce años inmersos en un mundo que no entienden y que en gran parte desconocen.
Después de que su madre sufre una embolia, las vacaciones familiares de Omar y Karina se ven interrumpidas y deben regresar al D.F. por su cuenta. Un bloqueo en la carretera por una matanza ocurrida en un poblado aledaño, desvía a los hermanos del rumbo y se ven obligados a continuar el viaje por medios menos ortodoxos.
Ya sea con ayuda de un pasa-caminos que quiere abusar de su inexperiencia, o de un trailero que no ve a la mujer como otra cosa que un objeto sexual, Bicecci nos da un abanico de personajes tan corrompidos como humanos, tan perversos, como nobles, productos de una sociedad desigual y caótica, llena de violencia y en donde sólo el más hábil sobrevive. El suspenso ocurre de forma natural en toda la película. Sin necesidad de efectos sonoros o largas pausas entre una acción y otra, pues en un país donde el miedo está sembrado en todos es difícil no imaginar que en cualquier momento los niños sucumbirán a manos de quienes dicen querer ayudarles.
Tal vez un reflejo de la paranoia con la que acostumbramos vivir, pues en realidad nadie les hace daño y poco o mucho, sus acompañantes los ayudan cómo pueden o creen deber hacerlo: “No es que sean malos” dice Bicecci en conferencia de prensa, “ellos, desde sus errores, creen que actúan correctamente. Desde su perspectiva, lo que hacen está bien”.
Y es que precisamente, «Viento aparte» es una película de perspectivas. La de los niños clase-medieros de un ambiente completamente urbano, viendo por primera vez a su país, más allá de las fronteras de la ciudad: en donde los grupos narcotraficantes cuelgan a sus enemigos de los puentes para que sepan qué bando manda, en donde los militares revisan a la gente que viaja de un pueblo a otro porque «ayer hubo una matanza», en donde las balaceras ocurren mientras la gente cena en sus casas y ya no se asustan, sino tan sólo se preguntan «a ver cuántos amanecen muertos mañana».
Dentro de lo explícita que es la película en su comentario social, llama la atención la forma en que Bicecci remarca sutilmente otros problemas: la falta de comunicación que existe entre personas y sociedad, las ganas de ser conscientemente indiferentes porque la realidad a veces golpea demasiado fuerte o cómo, aún en los momentos que creeríamos tener cierta paz, la violencia nos envuelve; Omar desconecta el celular pues se rehúsa a hablar con sus padres cuando lo dejan en Oaxaca, su madre insiste en vacacionar en un lugar libre de internet o señal telefónica, y se enoja cuando su esposo lee el periódico, y en los momentos que los personajes deberían verse sumidos en la contemplación no tenemos música clásica ni suaves notas de piano, sino metal y punk-rock.
“Quise hacer la película con niños” dice el director, “porque muchos mexicanos hemos visto y vivido las cosas que ven Omar y Karina en su viaje y así como ellos van perdiendo su inocencia, el país también la ha perdido.” “Mejor váyanse, que aquí no hay héroes” les dice el reportero a los hermanos en la escena de la matanza en la carretera.
Sin llegar a un pesimismo extremo, el road-trip retrata sin juicio alguno gran parte de lo que es México y lo que los mexicanos viven el día de hoy de sur a norte. Los hermanos ganan experiencia, pero pierden su ingenuidad infantil. Descubren que el país en el que están no son sólo las noticias y marchas en el D.F., son las personas que lo viven, sus historias y sus recuerdos. “Tú decides si dejas que eso te arruine la vida” le dicen a Omar. Y como esos dos hermanos, los mexicanos seguimos nuestro camino, llenos de dudas e imágenes que preferiríamos no haber visto y pensamos que, si aquí no hay héroes que nos salven, entonces tal vez tendremos que hacerlo nosotros mismos.
«Viento aparte» se estrena mañana 10 de julio en el circuito alternativo de Ciudad de México conformado por Cineteca Nacional, Cinemanía, Casa del Cine, Le Cinéma-IFAL, Film Club Café y Cine Tonalá, entre otros. Además, la película se estrenará de manera simultánea en MUBI y FilminLatino (proyecto en conjunto entre el IMCINE y el servicio español Filmin).
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