Por Paty Caratozzolo.
«La tempestad» fue una de las últimas obras escritas por Shakespeare, y podría describirse como una fantasía onírica: Próspero, duque de Milán, es traicionado por otros nobles y enviado en un barco sin tripulación con la intención de que se pierda en el mar y muera, pero en lugar de eso va a parar misteriosamente a una exótica isla del Caribe. Próspero y su pequeña hija Miranda viven más de 10 años con los salvajes habitantes del lugar, entre ellos el repugnante Calibán, y otros seres mágicos como Ariel, espíritu del aire, hasta que un día un barco con sus archienemigos pasa cerca de la isla. Recurriendo a sus poderes mágicos Próspero logra desatar una gran tormenta: «La tempestad», el barco naufraga y los sobrevivientes llegan ateridos y espantados a la isla donde les espera una extraña venganza que incluye que el príncipe Fernando se enamore de Miranda.
De la música original de la obra sólo se conservan dos piezas musicales, una de ellas es «Full fathom five». La canción la canta Ariel a Fernando para hacerle creer que su padre el rey ha muerto y que él es el único sobreviviente. La letra es sencillamente deliciosa, y una de sus frases ha trascendido como parte de idioma inglés: se trata de «Full fathom five», que vendría a ser algo así como «Six feet under», pero en el mar: estar hundido, estar en bancarrota. La letra de la canción de la canción dice así:
«Yace tu padre en el fondo del mar
y sus huesos ya son de coral.
Ahora son perlas sus ojos
pero nada en él se deshará
pues el mar produce extraños cambios
que son maravillosos.»
«Full fathom five» inspiró al artista Jackson Pollock a realizar su famoso cuadro del mismo nombre con la extraña técnica de goteo y salpicadura.
El fondo del lienzo es verde esmeralda muy oscuro, encima hay líneas negras con goteado de color blanco y manchas distribuidas de colores rosa, amarillo, naranja, un poco de azul y algo de morado. En la superficie se pueden sentir no sólo las pinceladas espesas sino también lo escarbado con la espátula y los empastes de la brocha.
La obra es completamente abstracta pero sin embargo se puede percibir su elegancia y el movimiento de sus trazos como si fuera de mármol con sus vetas en movimiento.
La obra tiene una extraña energía y a mí me produce ansiedad, me imagino que como la de Fernando al escuchar a Ariel sobre lo que pasa en el fondo del mar con el cuerpo de su padre.
Si nos acercamos lo suficiente podemos ver, más bien presentir, un montón de objetos incrustados en la tela y embarrados por la pintura, como si fueran tesoros hundidos en el lodo multicolor del fondo del mar: tachuelas, botones, monedas, cigarros, cerillos… hasta incluso una llave.
Ciertamente el cuadro representa lo que sería estar full fathom five: ¡hundido hasta el fondo del mar!
Paty Caratozzolo. Quisiera cantar «Feeling good» como la Simone o de perdida «Let’s do it» como la Fitzgerald. Algunas veces se lamenta quedito como la Dido de Purcell y otras llora a moco tendido como la Alcina de Haendel. El resto del tiempo anda con la mirada hundida en los paisajes brumosos de Turner y los dedos imaginando la tersura de cualquier escultura de Bernini. Prefiere el plano holandés al café americano, y la compañía de un barítono italiano al mejor widget de su celular japonés. Y definitivamente, si naufragara cerca de una isla desierta y pudiera llevarse un solo libro… ¡preferiría hundirse full fathom five!
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