Se cumplieron 30 años de aquel devastador terremoto de 1985. Ese evento marcó la memoria colectiva de muchas generaciones debido a que fue un parte aguas entre las deficiencias y corrupción imperante en las medidas de construcción y la urgencia para que la sociedad se diera cuenta del poder que se puede alcanzar cuando se organiza, actúa y toma el control de las cosas.
Era la época de la arrogancia priísta con un modelo cerrado, aislado del mundo y “autosuficiente”, que luchaba con sus fantasmas desde una postura neoliberal pero con principios políticos autoritarios, que vio derrumbarse –literalmente– años y años de corrupción y malos manejos en la Ciudad de México y que marcó una administración mediocre, gris y sin sentido de Miguel de la Madrid Hurtado.
El terremoto de 1985 fue trágico en los costos humanos, ya que según algunas cifras –no oficiales– que ahora se han podido conocer, al menos 6 mil o 7 mil personas perdieron la vida, pero la suma puede llegar hasta 20 mil según conteos del Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (CIRES).
Además, se rescataron más de 4 mil personas con vida de las 30 mil estructuras que se dañaron completamente –aunque no todas se derrumbaron–; y 68 mil estructuras más sufrieron algún daño parcial en su estructura.
Aunque para muchos estas cifras se quedan cortas. Recuerdo una anécdota que alguna vez me platicó una persona que en esa época vivía en el tiradero de Santa Fe –justo donde ahora se encuentra el Tec de Monterrey al poniente de la Ciudad de México–, y me comentó que días después del temblor y durante los meses que duró la limpieza de escombros de los derrumbes, llegaban al tiradero los camiones a descargar el cascajo.
Ellos se dedicaban entonces a revisar esos escombros y encontraban manos, dedos, cabezas y cuerpos mutilados que iban en los escombros y nadie sabía a quién pertenecían. Esto duró meses.
Un terremoto devastador desde cualquier punto de vista. Trágico desde la perspectiva humana, económica y moral. Pero al mismo tiempo fue el inicio de algo que marcó el carácter de los mexicanos.
Era obvio que el gobierno era ineficiente para atender la tragedia, no tenía protocolos de actuación, no sabía cómo manejar la emergencia y lo único que se le ocurrió fue acordonar las zonas.
Sin embargo, en un acto espontáneo y casi milagroso, las personas que estaban intentando rescatar a sus familiares encontraron una manera más ingeniosa de romper ese cerco y sin herramientas, a mano limpia, quitaban escombros y se organizaron en cuadrillas de limpieza; y al gobierno no le quedó más remedio que permitir el acceso a las zonas del desastre.
Dicen algunos expertos que estas acciones fueron las que en realidad levantaron la moral de la sociedad, dieron sentido a la desgracia y encontraron a través del trabajo en conjunto, una manera de ayudar a quien lo necesitaba de forma eficaz y productiva.
Tal vez está sea una de las mayores enseñas humanas de lo que somos capaces de hacer como sociedad organizada e incluyente. Nada más hay que recordar que el grupo de rescate Los Topos surgió precisamente en el terremoto de 1985 y ahora son considerados expertos y han ayudado en desgracias de este tipo en todo el mundo.
Además de esto, algo que no hay que olvidar es que prácticamente después de este sismo, el tema de protección civil se tomó muy en serio, se profesionalizó y ahora es un área específica que cumple un papel importantísimo para la seguridad de las personas.
También cambiaron las regulaciones de construcción y ahora las edificaciones son más seguras, cumplen con estándares muy confiables de seguridad y están planeadas según las características de la Ciudad de México, que es considerada como una zona altamente sísmica.
Pero lo más importante, es que la sociedad se ha educado y ahora ya existe una prevención en cuanto a saber qué hacer, cómo actuar y cómo evacuar edificaciones; es decir, se ha creado una cultura en materia sísmica, cosa que puede salvar miles de vidas en caso de que algún día se repita un terremoto de esas características destructivas.
Han pasado 30 años, pero la verdad es que al menos en este caso, no han sido en balde y hemos aprendido de esa terrible experiencia que devastó a la Ciudad de México en 1985.
Foto de Zoon Politikon.
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