Por Asfaltos.
A unos días de estrenarse la película más esperada de los últimos años, su director J. J. Abrams lanzó un comentario que -además de curarlo en salud- se me hizo absolutamente sincero. A pregunta expresa para la agencia de noticias Reuters, Abrams afirmó que no se cumplirían las expectativas creadas por los fans: «¿Cómo algo podría satisfacer expectativas como esas?«. En sus propias palabras aceptó que no habría forma alguna de realizar algo que igualara la magia que el creador George Lucas logró; aunque confesó que sí hicieron todo lo posible por conseguirlo.
Sin entrar en estropeos, que a días del estreno espero hayan podido aún evitar de no haber visto la cinta, el séptimo filme de la saga -y marca- Star Wars cumple con los objetivos. Para quienes esperaron más de 30 años para conocer la historia de Luke, Leia y Han después de «Star Wars: Episodio VI – El retorno del jedi», hay guiños y sorpresas; para quienes asistieron con la ilusión de encontrarse con una película entretenida -y además se toparon por primera vez con este universo-, hay mucha emoción y espectacularidad.
«Star Wars: Episodio VII – El despertar de la Fuerza» es una secuela de las seis cintas previas, pero también es -fundamentalmente- una nueva presentación para las generaciones que llegan por vez primera a la serie. Además de lo anterior, la nueva película es también una auténtica y sincera «carta» de admiración y agradecimiento a lo que George Lucas entregó a un fan; en este caso a uno apellidado Abrams. La idea era enamorar, como aquellas primeras cintas, a quienes curiosos se acercaran al universo vasto de Lucas; y reenamorar, también, a aquellos que seguiremos admirando y guardando con cariño aquella «primera vez».
Ahí una clave: la «primera vez». Bien dicen que nada será nunca mejor a aquella primera vez, y tienen razón. Un fan, un «adicto» a lo que le gustó -y que conste que uso la primera acepción que da la RAE a la palabra-, quiere precisamente más de eso; pero precisamente lo mismo. Por ello Abrams acertó al decir que sería imposible cumplir las expectativas, porque lo es. Lo que estuvo en sus manos, con una saga ya creada, con miles de fanáticos, una enorme expectativa, y sin duda un peso tremendo de responsabilidad, lo sacó adelante con espectaculares imágenes, increíbles efectos visuales y de sonido, entrañables actuaciones y muchas pero muchas emociones.
Y aún así, a pesar de que para muchos no es «la primera vez» frente a la saga, «Star Wars: Episodio VII – El despertar de la Fuerza» tiene muchos «otros primera vez» para que se les enchine la piel. ¿Cuáles? Esa primera vez frente a los personajes que se nos presentan y que terminan quedándose en la memoria superando o cumpliendo expectativas; o la primera vez que vivimos el volver a ver a los personajes ya conocidos pero varios años después (incluidas las naves y particularmente una); o aquella otra primera vez en la que nos alegramos tremendamente con la espectacularidad visual de la cinta; y sí, otros varios «otros primera vez» que dejo a su criterio y que espero me compartan.
Pero bien, seamos también justos y objetivos, quizá «Star Wars: Episodio VII – El despertar de la Fuerza» por esa necesidad de cumplir cae en la ¿comodidad? de retomar un camino que ya habíamos recorrido. ¿Comodidad, o necesidad? En una galaxia que había estado muy marchita tras las criticadísimas precuelas (éstas sí intentando ir por un camino distinto), quizá era bueno recordar, recalcar y enfatizar. Y es que insisto, al ser ésta la primera de tres cintas, puede ser que haya sido necesaria la decisión de volver al origen para que -ahora sí- en las dos siguientes se nos plantee algo nuevo y quizá hasta desafiante.
Y que conste que lo anterior lo sostengo sobre una idea clara que nos obliga a darnos una sumergida rápida al trabajo del propio J. J. Abrams. El director, en sus propias palabras, ha aceptado ya una llamada obsesión por lo que denomina «la caja de misterio«, aquella que vemos de manera externa no representa visiblemente el contenido. Así aquella historia de «Jaws» (Steven Spielberg, 1975) no es la historia de un tiburón asesino, sino el enfrentamiento de un padre por dejarle a su hijo un legado; y aquella «E. T.: the Extra-Terrestial» (Steven Spielberg, 1982) -misma que homenajea/¿calca? con su «Super 8″ (2011)- no es la historia de un extraterrestre perdido en la Tierra, sino la historia de cómo un niño lidia con el divorcio de sus padres. Con»Star Wars: Episodio VII – El despertar de la Fuerza», el director se sintió responsable de regresar a la esencia para recordarnos cómo ante todo –y como el propio Lucas confesó– Star Wars es la historia de una familia.
Por eso después de tanta expectativa, tanto «hype» y una de las más grandes campañas de mercadotecnia jamás vistas, lo único cierto es que Star Wars está de regreso con todo y su esencia original; y que por fortuna viene cargada de esa ilusión por volver a emocionarnos un par de horas con aquel universo que a tantos nos enamoró.
¿Cuál sería el mayor logro de la cinta? Repetir lo que aquella película de 1977: enamorar a toda una generación. Porque al final de todo quienes crecimos con las películas asistimos a ésta como una especie de Maestros que pasaremos la estafeta, ¿la espada?, a aquellos aprendices que vienen; a quienes se enamorarán con el universo que a nosotros nos atrapó y quienes en el futuro decidirán si finalmente les afectó tanto como a nosotros, o no.
Imágenes propiedad de Lucasfilm Ltd. & TM.
Asfaltos. Sobrevivo en una ciudad junto a millones de personas. ¿Mexiqueño? Me enamoro rápido y olvido difícilmente. Amo la música, el cine, los cómics, las mujeres y -últimamente gracias a los servicios de streaming– las series también. Vivo la vida a través de letras y melodías. Músico frustrado. Me pueden encontrar escuchando U2, Radiohead y Coldplay; así como Grand Funk Railroad, Styx y Eric Burdon; Chetes, Jumbo y Siddhartha; y hasta Jesse & Joy, Silverio y Aleks Syntek. Batman y Star Wars mis pasiones; también el Cruz Azul, pero ya saben… subcampeonísimo. Sobreviviente y náufrago; ermitaño que odia la soledad.
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