Por Paty Caratozzolo.
«…la dimensión del vértigo es un círculo temporal cerrado sobre sí mismo donde pasado y presente se condensan en dos aspectos del mismo movimiento circular que se repite interminablemente. En este resonancia de múltiples planos se genera una densidad específica, una profundidad de la textura…», Slavoj Zizek en su libro «Lacrimae rerum» (2005) sobre sus interpretaciones de la película «Vértigo» (1958) de Alfred Hitchcock.
La idea de un círculo temporal que se repite fue lo que motivó a Pierre Boulez a componer «Pli selon pli» (1962), una pieza musical para soprano y orquesta inspirada en varios sonetos y poemas de Stéphane Mallarmé, en especial en uno que es el que le da el título a la obra y que habla sobre la niebla que se descorre sobre la ciudad pliegue sobre pliegue, como una cortina. Sin embargo Zizek nos hace pensar en que los pliegues podrían además apoyarse unos sobre otros en forma de espiral, e incluso hacia dentro o hacia afuera.
En «Vértigo» esa espiral de pliegues sobre pliegues nos arrastra hacia un abismo: el peinado de Madeleine copiado a su vez del de Carlota Valdés en el cuadro, la escalera caracol de la torre y finalmente el plano de 360° alrededor del abrazo entre Scottie y Judy; todo nos lleva irremediablemente a quedar atrapados en los pliegues del tiempo. Bernard Hermann musicalizó perfectamente esta idea en los variados temas de la película que repiten una y otra vez la idea del abismo circular.
Extractos de la banda sonora de «Vértigo» de Alfred Hitchcock.
La idea de los anillos concéntricos tiene su máxima expresión en el canon, que es la forma musical que se repite varias veces sin detenerse con pequeñas variaciones de tono, armonía o tempo. Entre todos los cánones, el maximum maximorum es sin duda el «Musikalisches Opfer, BWV 1079» (1747) de Johann Sebastian Bach. Podríamos encontrar que cada uno de los cánones que forman esta ofrenda musical tiene un paralelismo con «Vértigo»: el moto perpetuo, el aumentationen, el cancrizans… Scottie se ve envuelto en una repetición de situaciones como si estuviera doblando una hoja de origami de todas las formas posibles.
«Canon cangrejo» de Johann Sebastian Bach.
Y de todas las formas la más impresionante es el cancrizans, cangrejo, donde la repetición del tema canónico se hace en un movimiento retrógrado: primero se representa el tema y luego se lo ejecuta de atrás para adelante y en una tercera vuelta algunos instrumentos interpretan el tema original y otros la imagen especular.
La sucesión Carlota-Madeleine-Judy representa para Scottie la suma de las vueltas en un canon, yendo de la muerte de la primera a la sublimación de la segunda y del suicidio de la segunda a la reconstrucción de la tercera. Cíclicamente hay personas que nos recuerdan a otras; tal vez sea que la vida se pliega sobre sí misma, tal vez los recuerdos no sean más que la cercanía entre pasado y presente que quedan pegados en cada vuelta concéntrica como en un canon a muchas voces. El vértigo empieza cuando el canon no acaba.
Paty Caratozzolo. Quisiera cantar «Feeling good» como la Simone o de perdida «Let’s do it» como la Fitzgerald. Algunas veces se lamenta quedito como la Dido de Purcell y otras llora a moco tendido como la Alcina de Haendel. El resto del tiempo anda con la mirada hundida en los paisajes brumosos de Turner y los dedos imaginando la tersura de cualquier escultura de Bernini. Prefiere el plano holandés al café americano, y la compañía de un barítono italiano al mejor widget de su celular japonés. Y definitivamente, si naufragara cerca de una isla desierta y pudiera llevarse un solo libro… ¡preferiría hundirse full fathom five!
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