Irónicamente la muerte es lo que más nos hace reflexionar sobre la vida. Esta inquietud es lo que lleva a Carlos Hagerman a hacer un retrato de sus padres, una pareja de 40 años de matrimonio y su día a día, los proyectos que realizaron juntos y los recuerdos que comparten.
Generalmente cuando pensamos en documentales se nos vienen a la mente aquellos que hablan de temas escabrosos como la opresión a las mujeres en países del Medio Oriente, o el tráfico de drogas; o enfocados a temas que puedan parecer exóticos a este lado del mundo como religiones y rituales mágicos… sin embargo, está esta otra propuesta, mucho más cerca y personal, que sin embargo toca un tema universal: la reflexión sobre la vida.
Carlos Hagerman se pregunta en una voz en off por qué está haciendo lo que hace, por qué grabar a sus padres y hacer un documental sobre la casa en la que creció: «Tal vez para no olvidarlos», o para capturarlos… Al final, todos tenemos cierta fijación por no dejar escapar los momentos.
Pienso en una frase del escritor de ciencia ficción, Kurt Vonnegut: «Esa es sólo una ilusión que tenemos aquí en la Tierra, que un momento sigue a otro, como cuentas en una collar, que una vez que un momento ha pasado, se ha ido para siempre”. Esa imposibilidad de retener los momentos es lo que desde generaciones pasadas nos ha hecho tomar una cámara y filmar a los niños jugando en el patio de una casa, unos niños que se volvieron padres y después abuelos. Sin embargo, en alguna parte del mundo aún viven esos niños, para Vonnegut era en otro planeta, para nosotros, esos niños están en una cinta de video casera, para Hagerman, en un documental.
Hoy este modo crítico del uso desmedido de Facebook, de Snapchat, de tomar fotografías a absolutamente todo, dicen que ha dejado a un lado el disfrutar del momento, por lo que estamos más ansiosos por likes o retweets que por estar con quienes amamos. Yo creo que es todo lo contrario, a pesar de la juventud, estamos terriblemente (in)conscientes de lo efímero de la vida: un concierto, ver a nuestros amigos de hace años por un rato o un beso con quien no sabes cuánto tiempo estará con nosotros… Tomamos fotografías de todo, porque todo pasa demasiado rápido, porque hoy más que nunca las cosas nos parecen líquidas y deseamos, aunque sea, mantener vivo el recuerdo a través de una imagen: «ocurrió, lo viví y aquí hay pruebas de esto».
Una lógica parecida envuelve al documental de Hagerman, acompañado de los videos en formato Super-8 que sus abuelos capturaron, da testimonio de una vida, que podría ser cualquier vida y que nos invita a contemplarlo desde los ojos de quiénes están por despedirse de ella: sus padres. Al menos a mí, me pareció invaluable, que hablen de la vida quienes ya la han vivido; recordar canciones y momentos, y mirar hacia atrás, ya sin la ansiedad que nos invade a los más jóvenes.
«El patio de mi casa» estrena mañana viernes 1 de abril de 2016 en cines selectos.
Con imágenes cortesía de IQ Icunacury Acosta & Co..
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