Por Paty Caratozzolo.
“Todo lo que una persona puede imaginar… otros pueden hacerlo realidad”, Julio Verne.
Julio Verne había escrito numerosas obras, sin ningún éxito, hasta que en 1863 empieza con su serie «Viajes extraordinarios». La primera novela de viajes fue «Cinco semanas en globo» y le siguieron otras 59, una más famosa que la otra, entre ellas «La vuelta al mundo en 80 días» que publicó por entregas en el periódico Le Temps durante las últimas seis semanas de 1872, cuando ya tenía 53 años. Mientras Verne escribía «La vuelta al mundo…» un compositor tantito más joven que él, Camile Saint-Saëns, estrenaba en el Conservatorio de París su «Concierto #1 para violonchelo y orquesta».
Ambas obras tuvieron un éxito inmediato y compartían una fuerza apabullante. Los temas melódicos del concierto son como capas envolventes y exóticas, que no tienen nada particularmente francés, son internacionales lo mismo que las aventuras que se entrelazan en el viaje de Verne. Música y palabras se sintonizan, se apoyan, crecen juntas de la mano de dos genios contemporáneos que quizás no se hayan conocido pero que vivían a pocos kilómetros en la misma ciudad.
Mstislav Rostropovich, «Concierto #1 para cello y orquesta» de Camile Saint-Saëns.
La versión de cine más conocida de «La vuelta al mundo…» fue filmada durante los últimos meses de 1955 y estrenada en 1956. Su productor y creador fue otro gran innovador y un hombre increíble: Mike Todd. Este americano no sabía lo que era la palabra imposible y creó esta obra maestra de la nada, cuando todo el mundo le pronosticaba que iba a fracasar. Uno de sus caprichos fue que Cantinflas interpretara al sirviente francés del viajero Phineas Fogg. Así fue como Cantinflas fue Passepartout y la verdad es que se convierte en el personaje principal, se gana la película, le gana al mismísimo David Niven y a toda su flema inglesa.
Tráiler original de la película La vuelta al mundo en 80 días (1956).
El gentleman hace una apuesta asegurando que puede dar la vuelta al mundo en 80 días y se embarca con su solícito sirviente en la aventura. Salen de Londres, pasan fugazmente por París y se embarcan en un globo aerostático para supuestamente llegar a Marsella, con tanta mala suerte que aparecen en el sur de España: «…jijos… si andamos bien renorteados…» suelta Cantinflas en español. Imposible no desternillarse de la risa.
Mike Todd juega con los cameos al por mayor; en la escala española aparecen los bailaores de flamenco más conocidos de la época y en la escena de la plaza de toros nada menos que Dominguín toreando con Cantinflas al son de «Invitation to a bull fight», la música inigualable de Victor Young.
Invitation to a bull fight, de Victor Young.
En 1967, casi cien años después de la aparición de «La vuelta al mundo…», y en la misma ciudad de París, otro Julio -también de 53 años- le rinde homenaje a su tocayo con «La vuelta al día en 80 mundos», pero esa ya es la siguiente historia…
Paty Caratozzolo. Quisiera cantar «Feeling good» como la Simone o de perdida «Let’s do it» como la Fitzgerald. Algunas veces se lamenta quedito como la Dido de Purcell y otras llora a moco tendido como la Alcina de Haendel. El resto del tiempo anda con la mirada hundida en los paisajes brumosos de Turner y los dedos imaginando la tersura de cualquier escultura de Bernini. Prefiere el plano holandés al café americano, y la compañía de un barítono italiano al mejor widget de su celular japonés. Y definitivamente, si naufragara cerca de una isla desierta y pudiera llevarse un solo libro… ¡preferiría hundirse full fathom five!
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