Por Asfaltos.
El pasado sábado 18 de junio fui, junto a miles de mexicanos, testigo de uno de los más grandes ridículos protagonizados por la Selección de Fútbol de México. Un escandaloso 7 a 0, a pies del combinado chileno, dejó caras de perplejidad y enojo a quienes pensábamos que «ésta vez» El Tri sí lograba «algo grande»; vaya que lo logró, pero no como lo esperábamos, sino que se consiguió un gran y tremendo fiasco, una mayúscula vergüenza y un apabullante ridículo. Los expertos en el balompié nos recordaban que en un partido oficial, desde el 6 a 0 frente a Alemania en el Mundial de Argentina 1978, no se vivía algo tan… vergonzoso. Toda una generación, la mía incluída, no habíamos vivido semejante TRIdículo, como atinadamente tituló el Diario RÉCORD su portada del «día después».
Personalmente la derrota me molestó, no porque El Tri representara a México, que no; sino por lo mal que dejaban parado al fútbol mexicano. Sin embargo, así como «que me dolió», pues no; y no por algo muy básico: por un momento clave que me lleva justamente 14 años atrás en el tiempo, el 16 de junio de 2002 en el Estadio Mundialista de Jeonju, en Corea del Sur en el marco el Mundial Corea del Sur y Japón 2002.
El rival era el equipo de los Estados Unidos, el reciente antagonista histórico de El Tri que se colocaba como obstáculo para el «anhelado quinto partido mundialista» fuera de las fronteras mexicanas. Los cálculos, personalmente y en general por los aficionados nacionales, eran tremendamente positivos. Se vencía a «los gringos» en Octavos de Final, para posteriormente enfrentar a Alemania «que no estaba jugando tan bien» para así no sólo colarse a los Cuartos de Final, ¡sino hasta las Semifinales!
La ilusión se acabó pronto. En un Mundial que obligaba por los horarios a madrugar, los estadounidenses vía Brian McBride silenciaron a los aficionados al minuto 8 para mantener en vilo, los siguientes minutos, a quienes observábamos soprendidos frente al televisor. No salía nada en aquel partido, y desesperado -desilusionado-, apagaba y prendía la televisión con el anhelo de que al volverla a encender me encontrara con el empate mexicano. No sólo no llegó el esperado gol, sino que en una de esas veces que apagué y encendí de nuevo el televisor, México había ya encajado un segundo tanto cortesía del «enemigo número 1 de El Tri»: el todo corazón y líder estadounidense Landon Donovan. Esa madrugada algo se murió, esa madrugada el amor dolió.
Llevaba relativamente pocos años de afición futbolera en aquel 2002. Mi relación con El Tri se había visto beneficiada por mi primer amor con el aún hoy, «equipo de mis amores», el Cruz Azul. El chiste se cuenta solo. Futbolísticamente la decepción ha estado siempre presente. De El Tri me enamoré con su combinado del Mundial de Francia 1998, y me desenamoré aquella madrugada de 2002; del Cruz Azul me enamoré con «primer beso» que significó el gol de oro del «más reciente» título de la llamada «Máquina Celeste», y si bien no me he desenamorado aún, vaya que han hecho lo posible para que así lo haga.
En mis otras aficiones ha pasado lo mismo. Si bien he de confesar que no aborrecí en su momento las versiones cinematográficas de Joel Schumacher sobre mi super héroe favorito Batman; sí he de aceptar que, también en su momento y muy temprano en mi vida, siempre «me sacó de onda» ver al Batman de los 60 en sus mallas y bailando el Batusi, aunque con el tiempo lo entendí y hasta me encariñé con él. El Batman del que me enamoré yo fue el de Tim Burton, y posteriormente del de «Batman: La Serie Animada»; por lo que las diferencias eran marcadas.
También con otro gran amor de mi vida, Star Wars, viví otra decepción grande cuando como muchos finalmente acepté que la esperadísima «Star Wars: Episodio I – La Amenaza Fantasma», era en general mala. Hoy, con el tiempo y quizá con el amor recuperado de vuelta, le he descubierto varias virtudes que me hacen comprenderla y aceptarla. Por el otro lado, con la más reciente «Star Wars: El Despertar de la Fuerza», cuya aceptación fue sin duda mejor, aún me encontré con algunos «peros» que fui descartando también por esa mirada llena de nostalgia y melancolía del amor que desde la infancia siempre le profesé, y profesaré.
En la música, en otra de mis grandes aficiones y fanatismos, los más recientes álbumes de los irlandesdes U2, me hicieron abrir los ojos a la dura verdad de que su producción reciente… es bastante malita. Encerrado en una jaula, con saco y sus lentes oscuros, Bono parece en una de sus recientes presentaciones en vivo más un empresario o político, que un músico o «rockero». Eso sí, si vuelven a venir como en aquel 2011, mi amor continuará y asistiré en primera fila a revivir por lo menos aquellas rolas que me hicieron «enamorarme de ellos».
Sí, el amor duele, pero duele porque es parte del propio sentimiento; porque sin el dolor, la alegría, la dicha tremenda, no sería posible o por lo menos sería menos significativa y emotiva. Ya de las morras de las que me he enamorado, así como de las consecuentes decepciones, ni les cuento… No vaya a ser que me lean, y que con justicia ellas me reclamen: «A ver, a ver, espérate tantito, si tu no cantas mal las rancheras, eh».
RUGIDO DE LA SEMANA: He de confesarles que apenas pude ver «Batman v Superman: El amanecer de la Justicia», y contrario a lo que pudieran pensar, ¡me gustó, y mucho! Cercana la fecha del lanzamiento de su versión física les contaré mis razones; pero por lo pronto les adelanto que creo que en el fondo, como ya ejemplifiqué en esta columna, el amor y las altas expectativas, o ilusiones personales y versiones individuales, tuvieron mucho que ver en la mala respuesta del público en general; y eso que sí logró meter mucha gente a los cines. Obvio hay muchas fallas cinematográficas que mencionar, pero no creo ni tantito que sea el bodrio que se pregonó tanto tras su estreno. Paciencia, ya hablaré de ella.
Asfaltos. Sobrevivo en una ciudad junto a millones de personas. ¿Mexiqueño? Me enamoro rápido y olvido difícilmente. Amo la música, el cine, los cómics, las mujeres y -últimamente gracias a los servicios de streaming– las series también. Vivo la vida a través de letras y melodías. Músico frustrado. Me pueden encontrar escuchando U2, Radiohead y Coldplay; así como Grand Funk Railroad, Styx y Eric Burdon; Chetes, Jumbo y Siddhartha; y hasta Jesse & Joy, Silverio y Aleks Syntek. Batman y Star Wars mis pasiones; también el Cruz Azul, pero ya saben… subcampeonísimo. Sobreviviente y náufrago; ermitaño que odia la soledad.
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