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Me gusta pensar que en México, existe un número considerable de huérfanos políticos, ciudadanos que no se ven representados por los partidos, y que sólo ven en la política un juego de intereses que poco se ajusta a su realidad. En este escenario una figura como Andrés Manuel López Obrador puede volverse el mesías de las masas reviviendo la esperanza del cambio, sin importar que su visión de país está basada más en el pasado, que en los retos del presente.
Resulta curioso cómo el personaje más importante para la izquierda mexicana en los últimos 10 años, no presenta ideas que son asumidas por la izquierda en otras partes del mundo. El caudillo se limita a vender una visión del mundo dividida en buenos y malos, donde su palabra es dogma.
El laberinto en donde vive al izquierda mexicana sólo se puede explicar a partir del origen del PRD, partido que en su momento aglutinó a una multiplicidad de voces, pero que encontró en una división del PRI a su primer gran caudillo.
Tal vez sea por ese pasado que el partido del sol azteca (al menos una buena parte) tiene una visión más parecida al plan sexenal de Luis Echeverría que a la agenda de personajes como Lula o Bachelet. Por lo mismo es incapaz de centrar su discurso en las libertades y derechos de los ciudadanos.
Más allá de su falta de una propuesta moderna, son sus formas las que terminan por igualarla con lo que siempre criticaron. Un discurso basado en la división, suponiendo que siempre se tiene la razón, y que aquel que disiente es enemigo; una incapacidad para aceptar los errores propios, y sobretodo las derrotas, imaginen que hubiera pasado si en el 2006 el PRD se hubiera dedicado a ser una oposición inteligente y propositiva, tal vez hoy no estaría al borde del abismo.
Esta pobreza en la forma y el fondo solo nos ha dejado, una izquierda que solo parece hablar para morderse la lengua o tal vez para recordarnos las propuestas e ideas del PRI de los 70.
Una izquierda que critica al viejo régimen, lugar en donde muchas de sus actuales figuras militaron. Una izquierda que terminó mejorando las prácticas clientelares que el PRI comenzó.
Una izquierda que puede desconocer a un presidente, pero que unos años más tarde puede aliarse con su partido sin explicar las plataforma común. Una izquierda que entiende por desarrollo social repartir predios, despensas y demás dadivas de manera discrecional.
Una izquierda que se encuentra al fondo a la derecha.
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