Hace unos días Enrique Peña Nieto dio un discurso donde aceptó que la compra de su “Casa Blanca” fue un error y reconoció que esto afectó a su familia, “lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el Gobierno».
«Con toda humildad les pido perdón, les reitero mi sincera y profunda disculpa por el agravio e indignación que causé», apuntó Peña Nieto, quien concluyó diciendo que, a partir de su caso, cada día está «más convencido y decidido» a combatir la corrupción.
Todo parecía como una mea culpa que a destiempo, intentaba tener un efecto positivo en la alicaída imagen y aceptación social que actualmente tiene el presidente. Con este discurso, resurgió pues el tema de la “Casa Blanca”, la corrupción, tráfico de influencias y beneficios exclusivos -que se supone- tienen los políticos y los empresarios de manera conjunta.
Y entre vaivenes, Peña Nieto también buscaba de alguna manera que el caso se cerrara con esta aceptación inusual de que un presidente –un todopoderoso e inmaculado presidente de México- había cometido un “error”.
Pero apenas sucedió esto, otra noticia retumbó en los medios de comunicación cuando Carmen Aristegui y la editorial Penguin Random House, informaron que Joaquín Vargas interpuso el pasado 29 de mayo pasado, una demanda para remover todas las copias del libro de los estantes en el país.
La demanda también exige una disculpa pública y el retiro del actual prólogo del libro de ediciones futuras, así como acusa a Carmen Aristegui de daño moral por las afirmaciones que hace justamente el prólogo del libro “La Casa Blanca de Peña Nieto”, en donde señala las actitudes y acciones que tuvo MVS como empresa y los Vargas como familia, para tratar de censurar este trabajo periodístico.
Obviamente esto causó mucho revuelo en los medios y en las redes sociales, pero las palabras de Aristegui siguen apuntando a un complot fraguado desde la oficina de la Presidencia y expone el “servilismo” que tendrían los Vargas hacia el poder presidencial.
“En México el presidente pide perdón por la Casa Blanca y a los periodistas que la investigaron se los acosa judicialmente (…) se pretende imponer una mordaza para expresar nuestras ideas. ¿De qué perdón estamos hablando presidente Peña Nieto?”, dijo Aristegui.
Rápidamente Los Pinos salieron al paso para aclarar que ellos no tienen nada que ver con esa demanda, pero el daño estaba hecho. Joaquín Vargas demandó a Aristegui y ella apuntó muy lejos y dio de nuevo en la figura presidencial.
Si la estrategia política de Peña Nieto era mostrar una parte más sensible y humana, alejada de todo el supuesto poder del que dispone con la investidura presidencial y con un toque de humildad, con esta demanda todo se vino abajo.
Si todo fue planeado desde Los Pinos, como asegura Aristegui, la decisión de dos acciones diametralmente opuestas, como la mea culpa e ir judicialmente en contra de los periodistas, fue un gravísimo error de sus asesores.
Si, como afirma Presidencia, ellos no tienen nada que ver con esta denuncia, la jugada de Joaquín Vargas tuvo y seguirá teniendo, una víctima de alto perfil que se convirtió en el daño colateral de un pleito entre “particulares”.
Es decir, los únicos que han perdido en esta semana fue la imagen de Peña Nieto, la credibilidad de sus sentidas palabras y se confirmó la sospecha de que en México todavía hay censura oficial.
Sea cierto o no, Aristegui ha dado en el blanco al dirigir sus palabras y acusaciones hacia Los Pinos, dejando muy en claro el servilismo que tiene MVS y Joaquín Vargas hacia el poder en turno.
Habrá quienes apoyen la teoría de Aristegui, otros que crean que dañó la imagen y la “moral” de MVS y Joaquín Vargas y los jueces tendrán que dilucidar qué de todo esto es verdad y las posibles sanciones en contra de los culpables.
Lo cierto es que el tema de la “Casa Blanca” resurgió con mucho poder destructivo y será uno de los fantasmas que marquen el sexenio de Peña Nieto, aunado a casos como Ayotzinapa, Nochixtlán, la fuga del “Chapo” y lo que se siga acumulando…
Imagen de Presidencia de la República Mexicana.
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