Por Paty Caratozzolo.
«Todos los hombres quieren acostarse con Gilda pero ninguno quiere despertar junto a Rita», despiadada frase de Rita Hayworth al referirse al personaje de la película que la hizo infeliz durante toda su vida.
Lo mismo pudo haber dicho Marilyn Monroe; durante toda su vida los medios inventaron, bajo presión de los estudios, la imagen de una mujer alegre y radiante, aún a costa de hacerla aparecer como la típica rubia tonta. Hay miles de películas y fotografías de esa Marilyn, su imagen fue utilizada de muchas maneras, todas morbosas, algunas brutales.
Marilyn empezó su carrera como modelo y luego como extra en diversas películas. Su primer papel de importancia lo consigue a los 22 años en la película «Ladies of the chorus» (1948) y su rol exigía que no solo pudiera decir sus líneas correctamente sino que también debía cantar. La primer canción que se tiene grabada de ella es «Every baby needs a da-da- daddy», y no lo hace nada mal.
«Ladies of the chorus» (1948).
Poco después ella ya es todo un símbolo sexual en «Niágara» (1953), una película que impresiona por la tensión erótica y la violencia de las escenas mezclada con la propia tensión de la naturaleza frente a las cataratas, el ruido del agua, lo incontenible de la pasión que se desata. Una sola escena es suficiente para entender: Marilyn sale de una cabaña enguantada en un vestido rosa mexicano con un pañuelo blanco de seda que le cubre un solo hombro y le cae entre los brazos desnudos, avanza acompasadamente y pone un disco con la canción «Kiss». Se sienta en un escalón de madera y se acomoda despreocupadamente, apoyándose echada hacia atrás sobre sus codos. Relajada empieza a susurrar la canción, el pelo se le acomoda, el pañuelo, el vestido, las pestañas, todo parece desaliñado pero de una perfección surrealista. La mujer que todos aman está siempre sola y canta para no llorar.
En el mismo año aparece «Los caballeros las prefieren rubias» (1953). Marilyn da el gran salto: «Diamonds are a girl best friend» es quizás su mejor canción y su peor condena.
«Los caballeros las prefieren rubias» (1953).
Y así llegamos a la comedia más deliciosa de Marilyn: «Some like it hot» (1959) dirigida por Billy Wilder, la mejor comedia de enredos de la historia; Jack Lemmon y Tony Curtis disfrazados de señoritas mientras huyen de la mafia de Chicago y encuentran a Marilyn tocando nada menos que el ukelele… ¿de verdad existía ese instrumento o lo inventaron para que ella lo tocara en la película? Y si no, díganme por favor donde se escucha el ukelele en «Running wild», la canción que ya era icónica del jazz pero que nunca dejaremos de relacionar con Marilyn.
«Some like it hot» (1959).
Hasta aquí la Marilyn con la que todos querían acostarse, pero ¿quién era esa mujer sensible y auténtica con la que despertaban? La verdadera Norma Jeane no pudo ser conocida hasta mucho después de su muerte a través de su vasta obra escrita: poemas, frases, crónicas, reflexiones, pero esa… ya es la siguiente historia.
Paty Caratozzolo. Quisiera cantar «Feeling good» como la Simone o de perdida «Let’s do it» como la Fitzgerald. Algunas veces se lamenta quedito como la Dido de Purcell y otras llora a moco tendido como la Alcina de Haendel. El resto del tiempo anda con la mirada hundida en los paisajes brumosos de Turner y los dedos imaginando la tersura de cualquier escultura de Bernini. Prefiere el plano holandés al café americano, y la compañía de un barítono italiano al mejor widget de su celular japonés. Y definitivamente, si naufragara cerca de una isla desierta y pudiera llevarse un solo libro… ¡preferiría hundirse full fathom five!
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