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…y floreció en China

Columnistainvitado
Por Paty Caratozzolo
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¿Una forma de expresión artística que incluye teatro, música, canto, mímica, acrobacia, máscaras y vestuario…? ¿…y que no sea la Commedia dell’Arte? Se trata de la Ópera de Pekín, un arte que nació en 1790 en la función privada de una representación teatral para el emperador Qianlong que dicen, quedó muy complacido con el espectáculo. Tanto así que el estilo traspasó rápidamente el ambiente imperial para llegar a ser popular no sólo en Pekín sino en otras ciudades chinas, en las que fue incorporando dialectos, personajes y diferentes historias locales, haciéndose más y más popular con los años hasta llegar al día de hoy.

Muy diferente había sido la historia de la «Commedia dell’ Arte»: primero la Iglesia italiana del Concilio de Trento obligó a los artistas italianos a huir a Francia al declarar que el arte de la mímica y la acrobacia profanaba el cuerpo humano y lo cargaba de deseos demoníacos. En Francia tienen un éxito extraordinario pero de repente al rey Luis XIV no le causan ninguna gracia las burlas y caricaturas que estos espectáculos hacían de los personajes de la nobleza francesa y expulsa a los cómicos de su territorio. Dispersos por Europa llegan a Rusia… donde finalmente en 1796 el zar Pablo los echa también de San Petersburgo. Es así como en los primeros años del siglo XIX podemos decir que prácticamente se produce un acto de reencarnación de la Commedia dell’Arte, que desaparece de Rusia para aparecer en la China en la forma de la Ópera de Pekín.

A los simpáticos Arlequín, Pierrot y Colombina le corresponden los de la contraparte china y así tenemos a Sheng, que puede corresponder a un guerrero o a un anciano; a Jing, el hombre corpulento que aparece siempre con la cara pintada; a Chou, que puede ser bufón o villano; y a la solitaria Tan, que puede ser una joven guerrera o una mujer madura y elegante.

Los cientos de historias posibles proceden en realidad de la recreación de sólo dos obras: «La Leyenda de la Serpiente Blanca», que es uno de los cuentos más antiguos de la tradición oral de la región y el «Viaje al Oeste», la más popular de las novelas chinas de aventuras, escrita en el siglo XVI.

Todo es hermoso en el escenario: los diseños de las máscaras, los ornamentos de los disfraces, los accesorios, los peinados, y todo está lleno de magia, demonios, dioses, guerreros y animales fantásticos.

Pero para ser sinceros, la Ópera de Pekín es bonita de ver y difícil de escuchar, y es que su música no sigue ninguno de los cánones de la música occidental y las tonalidades de la voz de los personajes están tan alejadas del criterio de belleza que más que otra cosa provocan irritación.

Qué le vamos a hacer: leemos “ópera” y pensamos en otra cosa y lo más exótico que se nos ocurre es «Madame Butterfly» o «Aída» pero obviamente con sonido de violines y flautas, no con platillos, gongs, badajos y grititos.

IMG_5743Paty Caratozzolo. Quisiera cantar «Feeling good» como la Simone o de perdida «Let’s do it» como la Fitzgerald. Algunas veces se lamenta quedito como la Dido de Purcell y otras llora a moco tendido como la Alcina de Haendel. El resto del tiempo anda con la mirada hundida en los paisajes brumosos de Turner y los dedos imaginando la tersura de cualquier escultura de Bernini. Prefiere el plano holandés al café americano, y la compañía de un barítono italiano al mejor widget de su celular japonés. Y definitivamente, si naufragara cerca de una isla desierta y pudiera llevarse un solo libro… ¡preferiría hundirse full fathom five!

 

 

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