Es vieja

Por Aranzazú Martínez Galeana.

En una sociedad machista como la mexicana, la reproducción de estereotipos y prejuicios que tienden a favorecer a los hombres y minimizar a las mujeres es algo sumamente común. A veces ni siquiera lo notamos, es más hasta los cantamos a todo pulmón y brindamos  al compás de una canción que recuerda penas pasadas. Probablemente parezca una exageración pero si analizamos un poco más la letra de algunas canciones nos daremos cuenta que en México repetimos y peor aún, reproducimos sistemáticamente contenido que promueva la discriminación de por sí ya marcada, entre hombres y mujeres. Siguiendo esta línea, la mayoría de las  películas del cine mexicano son un reflejo altamente fiel de la percepción de la mujer en aquella época. Ella debía estar calladita porque claro, se veía más bonita; debía dedicarse a satisfacer las necesidades de “su hombre” y demás deberes que generalmente no venían acompañados de derecho alguno. Ni que decir de frases hechas que se han vuelto tan comunes que ya no sorprenden “Compórtese como hombrecito”, “Es vieja”, “Detrás de cada gran hombre, hay una gran mujer”.

Cabe aclarar que esta entrada no pretende ser una oda al feminismo pero es importante tomar conciencia sobre aquellas diferencias que seguimos dando por normales. Aún más, esta reproducción de estereotipos no sería tan dañina si las condiciones económicas, políticas y sociales tendieran a la equidad de género. Aunque claro, esto no ha ocurrido y al menos en un futuro cercano, no ocurrirá. Al menos históricamente las mujeres han desempeñado un rol de sumisión en la mayoría de las sociedades donde sus deberes, desde el punto de vista del hombre, se limitaban a educar a los hijos, limpiar la casa, organizar el gasto y tener lista la cena para cuando el marido llegara. Si bien estas percepciones son simplistas, éstas siguen siendo comunes en la sociedad mexicana a pesar de que ahora muchas mujeres ocupan puestos de poder dentro y fuera del hogar donde los estereotipos y prejuicios siguen siendo todavía las barreras a vencer. Sin condiciones óptimas dentro del hogar, la escuela, la salud, el empleo y la  seguridad los estereotipos no se quedan únicamente en un plano superficial; al contrario, sólo se siguen reproduciendo, reforzando y por ende, perpetuando.

Veamos:

1. De acuerdo a  la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2010 42.5% de las mujeres de 14 años y más forman parte de la población económicamente activa (PEA). De las cuales el 96% combina sus actividades  realizadas fuera del hogar con quehaceres domésticos. Contrastando fuertemente con la proporción masculina que combina ambas actividades (57.2%).
2. En los últimos 30 años, sólo cinco mujeres han gobernado alguna entidad federativa (Colima, Tlaxcala, Yucatán –en dos ocasiones– y Zacatecas), y una encabezó el gobierno del Distrito Federal.
3. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del segundo trimestre del 2010, 40 de cada 100 mujeres de 15 a 29 años tienen algún grado de la educación media básica, mientras que 5.6% no cuenta con escolaridad o tiene primaria incompleta. En contraste, 57.6% de las mujeres de 60 años y más no tienen instrucción o no terminaron la primaria.
4. 42.5% de las mujeres de 14 años y más forman parte de la población económicamente activa (PEA). De las cuales el 96% combina sus actividades  realizadas fuera del hogar con quehaceres domésticos. Contrastando fuertemente con la proporción masculina que combina ambas actividades (57.2%).

Estos números, sumamente básicos, reflejan una realidad innegable en México.  Las diferencias entre hombres y mujeres no son historia pasada, son reales y latentes. Más que señalar y acentuar las relaciones desiguales entre ambos géneros deben crearse o promoverse aquellos mecanismos que busquen reducir las brechas que por momentos siguen pareciendo insuperables. Debe promoverse una sociedad más incluyente que en lugar de dividir, sume.