Por Asfaltos.
Parecería un lugar común, pero en efecto, afirmar que en 2001 el mundo era otro no es desde luego algo exagerado. En 2001 por poner, un ejemplo, no existía YouTube, no había Twitter ni tampoco Facebook. Para consumir música no existían Spotify ni Deezer; había que comprar discos en las por entonces aún numerosas tiendas de música donde se conseguían las novedades; en MTV, por más sorprendente que parezca, sí pasaban música -quizá ya pasaban series, pero no dejaban de poner música-. Es más, 2001 fue un parteaguas para muchas cosas en este planeta; tan solo en septiembre de ese año sucedieron los infames atentados terroristas en los Estados Unidos; ataques que reconfiguraron muchos aspectos de la vida cotidiana del mundo en que habitamos.
En marzo de aquel año, justamente el 26 de marzo -hace unos 16 años y 1 día de hoy-, se lanzaba al mercado un álbum que marcaría para siempre a una generación. Para muchos de los que deambulamos en los 30 años -para ese entonces yo contaba con recién 15 años cumplidos-, la salida a la luz de aquel álbum sería un momento que quedaría marcado para siempre. La evolución de aquel proyecto virtual animado que se nos presentó visual y sonoramente, nos seguiría en los subsecuentes años. Con «Gorillaz» (2001), del grupo del mismo nombre, se daría paso a una experiencia que quedaría marcada de manera muy específica.
Mi primer contacto con los Gorillaz fue precisamente en MTV, curiosamente no con su primer sencillo, sino con el tercero, «Tomorrow comes today». En aquel video, dirigido por el mismísimo Jamie Hewlett, cocreador de la banda, los integrantes en una animación muy sencilla aparecían sobre imágenes fijas de alguna ciudad. Impactado, a mis 15 años, el video de «Tomorrow comes today» me marcó como parte del inicio de un seguimiento y fanatismo hacia la banda que viviría indudablemente su momento más álgido un año después.
En marzo, pero de 2012, hace 15 años, me lancé al Palacio de los Deportes para uno de mis primeros conciertos en la vida. En mayo de 2011 yo ya había vivido el primero, a los 14, cuando vi en el mismo recinto a Limp Bizkit como parte de su «Chocolate Starfish International Tour». A diferencia de aquel concierto, sin embargo, no me vi acompañado por muchos de mis entonces amigos en mi entusiasmo por ver a Gorillaz. Quien sabe, quizá, resultaba no muy atractivo para ellos asistir al concierto de un grupo animado, vayan ustedes a saber… El asunto es que bajo la promesa de acompañar a mi amigo Jorge al próximo concierto de The Chemical Brothers, él accedió a ser quien compartiría aquella bizarra experiencia.
Como saben, Gorillaz nacieron de las cabezas del ya mencionado Jamie Hewlett, así como del músico Damon Albarn -conocido por muchos también por ser el líder de Blur-. Pues bien, en aquella ocasión, como la más reconocible figura de los Gorillaz, muchos de los asistentes esperábamos ver a Albarn presentarse frente a los fanáticos; algo que si bien sucedió, no se llevó a cabo de la manera en la que muchos lo esperábamos. 15 minutos antes de salir a tocar -según lo recuerdo de hace 15 años-, Damon Albarn salió a saludar a muchos de sus fans que iban ataviados en gran parte también con playeras o gorras de Blur; quizá muchos de los asistentes iban impulsados a ver a Gorillaz por lo mismo. Así, regalándonos un generoso saludo, Albarn se volvió a esconder para nunca más volverse a aparecer.
El concierto fue sin duda una de las experiencias más surrealistas que recuerde. Frente a una estructura con funda militar, al igual el diseño de aquel «Gorillaz» (2001), dos pantallas se asomaban para darnos a entender que nuestra atención estaría precisamente frente a éstas dos. Las luces se apagaron y el concierto había comenzado. Con la potente «M1 A1», quizá la canción más punk de la banda, Gorillaz inició un show en el que en la pantalla de arriba se nos presentaban imágenes creadas especialmente para la versión en vivo de la banda; abajo, en la pantalla más grande, se proyectaron las sombras de colores de los integrantes de Gorillaz, entre ellas la de Damon Albarn.
15 canciones, incluidas «Tomorrow comes today», «Re-Hash», «19/2000», «Rock the House» y «Clint Eastwood» en dos ocasiones, fueron parte de un concierto donde el olor a mota no faltaba. Las luces, los saltos, los gritos, toda la experiencia de un concierto común y corriente fueron condimentos perfectos de un concierto que fue todo menos eso: común y corriente. Al día de hoy recuerdo con cariño aquella ocasión, la primera de los Gorillaz, y quizá la más bizarra de todas. Porque en aquella ocaisón los Gorillaz eran todavía una apuesta por probar, un proyecto que con el tiempo daría cuenta de lo que con los años finalmente cosecharían.
Los Gorillaz están de regreso con un proyecto del que ya escuchamos sus primeros pasos. Una gira mundial es probable que esté en camino; y esperemos de verdad que un regreso a México se programe. De entrada, a manera nostálgica y melancólica, este recuerdo de uno de los mejores grupos de los últimos 20 años. Un grupo que marcó a una generación, y un grupo que reiteró el genio de un Damon Albarn que sin miedo a afirmarlo se ha ganado un sitio más elevado que por lo realizado con Blur, que no es malo, pero tampoco es tan superior.
Asfaltos. Sobrevivo en una ciudad junto a millones de personas. ¿Mexiqueño? Me enamoro rápido y olvido difícilmente. Amo la música, el cine, los cómics, las mujeres y -últimamente gracias a los servicios de streaming– las series también. Vivo la vida a través de letras y melodías. Músico frustrado. Me pueden encontrar escuchando U2, Radiohead y Coldplay; así como Grand Funk Railroad, Styx y Eric Burdon; Chetes, Jumbo y Siddhartha; y hasta Jesse & Joy, Silverio y Aleks Syntek. Batman y Star Wars mis pasiones; también el Cruz Azul, pero ya saben… subcampeonísimo. Sobreviviente y náufrago; ermitaño que odia la soledad.
Leave a comment
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.