Por Asfaltos.
Perdonen lo sospechosista o conspirativo, pero siempre que escucho que alguien habla mal de algo, lo reviso dos veces. En Ciudad de México, si hay una zona de la capital con mala fama, ese es el barrio de Tepito. Hace algunos años, cuando realicé mi primera visita al lugar, leía con admiración la siguiente frase: «Es un orgullo ser mexicano, pero es un don de Dios ser de Tepito».
Conocí entonces el orgullo tepiteño, ese que muchas veces es azotado por quienes sin conocerle le tachan únicamente como nido de delincuentes. Sin embargo, Tepito, es más. Así lo descubrí en mi visita al CETEPIS, Centro de Estudios Tepiteños. En Tepito hay pues muchísima historia, pues estando en pleno centro de la capital -ese que cada día que pasa se privatiza más-, no deja de ser un espacio donde la resistencia es cosa de todos los días; la resistencia a través de la cultura, de la identidad.
Desde tiempos prehispánicos el movimiento en el barrio ha sido constante. Se dice, que aquí, el último tlatoani mexica Cuauhtémoc peleó su última batalla frente a los invasores europeos. La esquina formada por las calles de Constancia y Tenochtitlan, con una placa sobre el suceso, así nos lo recuerda. Dicen, también, que aquí fue donde se le quemaron los pies al último defensor de la Gran Tenochtitlan; quizá, sólo quizá, desde entonces se libre la última resistencia verdadera en la capital…
De la mente de José Luis Campos García «Choluis», la elección musical de hoy es parte del repertorio de los capitalinos de Trolebús, quienes con humor en muchas de sus canciones hicieron suyos muchos momentos que quedan impregnados en las calles de la ciudad. Una de esas historias es la de aquel futbolista anónimo del «Atlétitco Tepis», héroe anónimo que sólo su barrio disfrutó, y que solo en la memoria quedó; héroe anónimo que a su manera dibuja un cuadro de ese Tepito, ese que en muchas ocasiones se nos dice que es otro más bien.
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