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«Los reyes del pueblo que no existe» y el tiempo detenido

Por Valeria Ramos.

«Los reyes del pueblo que no existe» tiene todos los elementos para un buen documental, y en muchas ocasiones cumple su cometido, pero su narrativa se preocupa más por enseñar que por explicar.

El primer largometraje de Betzabé García se apoya demasiado en su excepcional fotografía, resultando en un documental tedioso pero visualmente espectacular. Diego Tenorio sabe perfectamente cómo retratar a sus personajes y cuenta su propia historia a través de la cámara. Y parece que el editor está de acuerdo, porque cada toma permanece en pantalla por, al menos, 20 segundos y hace parecer que quizá les faltó material en las entrevistas.

San Marcos, Sinaloa, es un pueblo devastado simultáneamente por el narcotráfico y la construcción de una presa que mantiene sus calles inundadas durante la mayoría del año, pero tres familias se rehúsan a dejar las ruinas del único hogar que jamás han conocido.

El principal problema aquí es que García espera que toda esta información esté implícita desde el principio, pues más que explicar el contexto de sus historias, se alude ocasionalmente a lo que realmente sucedió. No es hasta el final que, a través de un texto en pantalla, se explican los detalles de la inundación, mientras que las amenazas de violencia por parte de grupos violentos se quedan flotando en el agua.

El documental inicia con una secuencia de un pequeño barco avanzando a través del pueblo inundado, ubicándonos en la gravedad de los daños causados. No obstante, cuando el primer diálogo llega casi a los diez minutos transcurridos, no puedes evitar sentirte aliviado. Las pocas personas que siguen en el pueblo parecen estar encantadas de tener con quién hablar, y pasan una buena porción del tiempo contando viejas historias de cuando el pueblo prosperaba, quizá con la esperanza de no quedar completamente olvidados entre los escombros.

Sus historias van desde la excéntrica boda de una pareja casi treinta años atrás, hasta las violentas amenazas que parecen cada vez más frecuentes. Es claro que su directora ve la importancia de ambos lados y deja que el contraste hable por sí mismo. Nos permite admirar la perseverancia de las familias y su manera de ver el lado bueno en la peor de las situaciones. Es así como nos adentramos en lo que alguna vez fue San Marcos, un pueblo más, lleno de gente y de vida antes de ser forzados a reubicarse. Es lamentable que el documental se quede corto en el ámbito de ayuda, pues no llega más lejos de mostrar lo que está sucediendo sin decirnos cómo podemos ayudar si así lo deseamos.

Es poco probable que el largometraje, hecho en 2015, encuentre una audiencia más allá de los pequeños festivales de cine independiente, ya que en ocasiones es muy fácil perderle el ritmo. «Los reyes del pueblo que no existe» parece existir en un mundo post-apocalíptico, pero a sus habitantes no parece molestarles. En un punto, los residentes están en una de las casas contando viejas historias y fantaseando sobre cómo van a salvar al pueblo cuando se autoproclaman los «reyes de San Marcos»; no están equivocados. Son casi intocables, en ese sentido. Y finalmente, si ya no te queda nada, ¿qué más da el fin del mundo?

 

«Los reyes del pueblo que no existe» se exhibe desde la semana pasada en el circuito cultural de cines. Para conocer los horarios y sedes de las funciones, te recomendamos seguir Twitter y Facebook del documental.

 

 

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