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Por Elizabeth Aguilar Quintana.
El agua es el elemento y principio de las cosas.[1]
El agua es un líquido fundamental, sin él no hay vida. Pero ¿quién tiene acceso a ella? En teoría el agua es para todos, sin embargo existen dilemas en su distribución y saneamiento de la misma, ¿cuál es el futuro de la humanidad?
En la Tierra existe alrededor de un 71% de agua, de la cual un 97.5% es salada y sólo un 2.5% es agua dulce; de este último porcentaje el 70% está bloqueada, ya que se encuentra retenida en casquetes polares; un 29.6% está almacenada y sólo un 0.4% está disponible para el consumo humano del planeta.
Al conocer estas cifras tan alarmantes, retomamos la pregunta: ¿el agua es lujo o necesidad? En 2010 la Asamblea General de la ONU reconoció al agua potable como un derecho humano básico y presionó para que se garantice a los casi 900 millones de personas que carecen del líquido vital para que puedan ejercer este derecho. Pero en un mundo desigual el acceso a un derecho fundamental como lo es el agua es sin duda un reto que implica la participación de empresas, sociedad civil y gobiernos.
El agua es imprescindible como componente del cuerpo humano; el pasar más de cinco o seis días sin beber agua pondría en riesgo mortal nuestro cuerpo. Y es justo de esta necesidad de la que muchos se sirven para controlar a la población. Es una herramienta de poder utilizada en muchos países, en la cual solo los ricos tienen acceso a ella como en el caso de Nigeria, país en el que el agua es un bien de lujo, para lo cual existen niños esclavos utilizados para que la transporten.
Para México el escenario no es tan diferente, el 35% de los hogares indígenas no cuenta con acceso al agua; un 60% no tiene acceso al servicio de alcantarillado. Frente a esto, ¿dónde quedó el derecho fundamental al agua potable limpia, de calidad y a las instalaciones sanitarias? Existe una enorme necesidad de luchar por este derecho inalienable.
De cara a la necesidad existen múltiples acciones para llevar a cabo, WaterFlex[2] es una ONG que propone actividades de formación y capacitación en temas como la introducción al derecho humano, al agua y al saneamiento, así como el funcionamiento de los órganos y mecanismos de derechos humanos. El conocimiento es una de las mejores herramientas contra los abusos, cabe recordar que el saber es poder y la acción es el fruto propio del conocimiento.[3]
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