No deja de sorprender el 19S. No nada más en el sentido estricto del sismo y sus efectos devastadores, sino por muchos otros motivos que todavía es complicado visualizarlos en su totalidad, analizarlos y proyectarlos hacia el futuro como alguna opción de cambio.
Para las generaciones que no vivimos el sismo del 85 (y me refiero al hecho de estar y ayudar), parecía un recuerdo vago que se alejaba lentamente de la memoria colectiva y que cada vez se convertía en un hecho aislado de la historia del que pocos podían o querían decir algo de él; algo que no se hubiera dicho ya.
Y 32 años después sucedió. La misma fecha de que aquel año del 85 y todo cambió para los jóvenes, los no tan jóvenes y la sociedad en general. Ahora necesitábamos actuar y unos más que otros y otros de acuerdo a sus posibilidades, hicimos algo que nunca habíamos hecho y que seguramente no imaginábamos hacer.
Estar en los escombros de los edificios, acarrear comida y agua, reportear al mismo tiempo y conocer historias de personas que de una vez por todas, rompieron sus límites y utilizaron su talento para crear nuevas maneras de ayudar, para organizarnos mejor y para que todo tuviera un poco de orden en medio del caos.
Y fueron los jóvenes los que con su energía llevaban ayuda donde se necesitaba, convocaban por redes sociales, verificaban información, desecharon las bromas baratas y las noticias falsas y crearon un entorno digital que nunca nadie se pudo haber imaginado.
Los más grandes dicen que ahora con las redes sociales todo era más fácil. Yo creo que no necesariamente. Son una herramienta que se supo aprovechar, que se le dio el uso correcto pero sobre todo, fue el ánimo de los jóvenes el que le dio a las nuevas tecnologías un valor agregado; sin estos aportes no serían más que lo que eran antes del 19S.
Pero por otra parte, la forma en que se reaccionó también marca la historia reciente. Los derrumbes, los recates, los albergues, ya no eran una cuestión del otro, sino de todos los que participaban, de los que caminaban por las zonas de desastres ofreciendo agua o tortas; de los que pasaban horas sacando escombro, de los que en sus redes sociales decían qué hacía falta y a dónde ir para ser más efectivos en la ayuda.
«Hay una teórica que se llama Gioconda Belli que dice la ‘cuidadanía’ y este momento ha surgido eso, un proceso de ciudadanos cuidándonos entre nosotros, porque somos personas que teníamos que entender lo importante de decir ¿qué necesitas? ¿Quieres un café? ¿Quieres descansar?”, dice Daniela Flores Serrano directora de Casa Refugio Citlaltépetl, en la Condesa.
Y otro aspecto muy importante, esto no se convirtió en una lucha de poder entre las autoridades y la sociedad, fue un trabajo conjunto en donde cada uno con sus responsabilidades aportaba algo valioso; luego la ayuda internacional y el surgimiento de una heroína inesperada llamada Frida que también redimensionó el papel y la importancia que tienen los animales en la vida de las personas.
Demostramos que hemos superado la etapa en donde los políticos eran muy importantes y ahora les hemos arrebatado el liderazgo, nos convertimos en una sociedad (al menos un sector importante de ella) que no depende de las autoridades pero que no lucha contra ellas; somos ese poder alterno que siempre quisimos ver y al que las propias instituciones tuvieron que respetar y atender.
«En este momento somos vida humana. No somos clase social, no somos color de piel, somos cuidadanía», afirma Daniela Flores Serrano.
Ahora esto debe de conformar una nueva realidad, se acercan las elecciones de 2018, hay muchos pendientes históricos, pero esto nos da una nueva esperanza de que por fin la sociedad tome el control del poder político, del país y que de una vez por todas se reduzcan todas las brechas existentes.
Foto: Adrián Martínez.
Leave a comment
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.