Cuando la sociedad exige poder participar activamente en la democracia electoral y se abren espacios para los candidatos independientes, el sistema político está tan bien protegido que juntar poco más de 866 mil firmas es casi una misión imposible para los que pretenden ir sin partidos a las elecciones presidenciales.
Y esto es un poco como un círculo vicioso, en donde algunos dirán que ya es posible participar en las elecciones, luego vienen las complicaciones y otra vez los grandes ganadores son los partidos políticos.
El primer punto a destacar es que las exigencias del Instituto Nacional Electoral (INE) de obtener firmas que sean el equivalente al 1 por ciento (ojo, solo el 1 por ciento) del padrón electoral -que parece una cifra razonable-, en realidad es una tarea titánica para los independientes debido a que primero no tienen una estructura creada ni sólida, y por otro lado, hay una apatía tremenda por parte de la sociedad civil para participar en este proceso.
¿No siempre nos estamos quejando de los políticos, de los partidos y hacemos bullying –como diría Peña Nieto– a las gobernantes? ¿Por qué ahora que hay personas que pueden ir sin partido –y no me refiero a Zavala o «El Bronco»– no nos interesa siquiera entender en qué consiste esto de recabar firmas?
Y es que en realidad nuestra cultura democrática se basa simplemente en ir a votar y creer que con eso ya arreglamos al país, por lo que no sabemos qué hacer cuando el modelo tiene un pequeñísimo cambio y nos ponen a jugadores extraños en el campo de juego.
Los aspirantes a candidatos presidenciales independientes se podrán quejar de la app del INE, de las fallas técnicas o de la tecnología; pero en realidad no hay ninguna forma de convencer al grueso de la población de que tal vez ellos sean una buena opción para intentar un cambio en el país.
En resumen, a la sociedad en general no le interesan los independientes, les salen sobrando de la fórmula tradicional que nos enseñaron en donde solo los partidos políticos son los responsables de llegar al poder, y en esta medida seguimos esperando que alguien nos salve pero cometemos los mismos errores que han empoderado a la clase gobernante en la cima de la estructura.
Y evidentemente no es que sea imposible recabar las 866 mil firmas, sino que somos nosotros los que no queremos participar en esto que de cierta manera podría ser una ventana a una democracia electoral más representativa.
Pero como sucedió con la alternancia en el poder, que se desperdició en manos de los que prometieron un “verdadero cambio”, así se puede derrochar esta nueva oportunidad de los candidatos independientes, ya que al parecer, los únicos que tienen alguna esperanza de lograr las firmas son los políticos que dejaron sus partidos por ambiciones estrictamente personales.
Margarita y «El Bronco» saben jugar ese papel, de enojarse porque su partido “antidemocrático” no les da la oportunidad de ser candidatos y entonces se liberan del “yugo” y crean un proyecto propio que en realidad nadie sabe de qué se trata o qué ofrecen.
Pero su popularidad es lo único que les ayuda y ahora parecen ser los actores del cambio, los que pueden modificar las reglas, los que se sienten enojados porque el INE les exige tantas firmas en tan poco tiempo.
No, ellos ahora están sufriendo simplemente el hecho de verse desprotegidos y sin estructuras partidistas que los cobijen, sin presupuestos del erario federal para operar pero aplicando las mismas estrategias electorales que les funcionan a los partidos.
Pareciera que para poder ser candidatos independientes, el requisito es ser un exmilitante enojado que se “rebela” pero que nunca pierde la ambición de poder. Pero afortunadamente hay una excepción y se llama el movimiento Vamos A Desplazarlos; son de Guadalajara y forman parte del proyecto de Pedro Kumamoto…
Fotos: Conecta Abogados.
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