Por Elchín Balboa.
El pasado 17 de noviembre comenzó la 63 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional, toda una tradición otoñal para los cinéfilos de la capital mexicana. La muestra continuará hasta el próximo 4 de diciembre y mostrará lo más destacado del último año de producción fílmica en varios países, entre ellos Argentina, Bulgaria, Francia, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Italia, Hungría, Chile y Suecia.
Proveniente justamente de este último país, llega uno de los platillos fuertes de la muestra, la película sueca «The Square» de Ruben Östlund que ganó la Palma de Oro 2017 del Festival de Cannes y que aborda, con una sátira de virulencia crítica, el esnobismo y la contradicción radical en el mundo del arte contemporáneo.
La historia gira en torno a Christian (Claes Bang), curador en jefe del respetable museo sueco de arte contemporáneo X-Royal. Se trata de un personaje culto, interesante, el tipo de persona que conduciría un auto eléctrico, acorde a sus principios ecologistas, y que respaldaría grandes causas humanitarias con sendas cenas de lujo en edificios emblemáticos o con eventos artísticos en sitios nombrados patrimonio cultural de la humanidad.
Christian ensaya un discurso a propósito de la inauguración de una nueva exposición en el museo, intitulada “The Square”, de la artista argentina Lola Arias (en realidad performer y dramaturga argentina), instalación que se define a grandes rasgos como “un sitio de confianza y afecto, dentro del cual todos compartimos derechos y obligaciones iguales”. Una pieza ambiciosa y en el fondo con un mensaje positivo que, sin embargo, parece no llamar la atención del público sueco.
Es allí, en la presentación de este personaje y en el conflicto que surge por suscitar interés social respecto de una muestra de arte, donde comenzará la peripecia absurda y dramática del filme. Los preparativos al instalar la pieza comienzan con la remoción y el daño causado a una escultura histórica en la plaza pública exterior al X-Royal, un monumento y una situación idéntica, dicho sea de paso, a lo acontecido con la estatua del caballito a las afueras del Munal en la Ciudad de México. Una obra prometedora, un escenario oficial e inmejorable, pero… ¿cómo llamar la atención del público común, fuera de artistas y coleccionistas, para que visite el museo y se interese de veras por las obras artísticas exhibidas?
La solución es la solución del capital por excelencia: una buena campaña publicitaria o, mejor aún, causar un impacto mediático en redes sociales. Pues la competencia del arte ya no está representada en otros museos, en otras corrientes artísticas o en otros exponentes del medio, sino en la guerra informática del mundo: terrorismo, feminicidios, crisis económicas, escándalos políticamente incorrectos; qué hacer, cómo llamar la atención… «y si hacemos estallar una niña caucásica indigente en el espacio utópico del cuadro» («The Square»).
Así, incómoda para quienes aún vanaglorian el membrete oficial sobre el contenido neto de una obra, la película apuntala la ironía y desata en la primera hora una sátira mordaz y una crítica aguda a la sociedad moderna y, en primer plano, a la arraigada petulancia del mundo del arte contemporáneo. Los personajes son llevados fuera de su zona de confort, más allá de sus límites para aparecer justo en la zona donde brota su verdadera naturaleza y se desquebrajan los moldes refinados, emperifollados de relucientes discursos a los que se aferran. Es ese espacio arrogante y seudointelectual al que la película erosiona y donde planta la carcajada sobre las lindes de la corrección política, del arte, de la publicidad y de la libertad de expresión.
Pero, ¿en qué se relacionan, entonces, un indigente y el arte contemporáneo? Es la pregunta que detona en la segunda hora de la peli. «The Square», el cuadro dentro del cuadro, el lienzo dentro de la pantalla, la distancia de la representación respecto de la realidad de lo representado. Una cuestión que explora con bisturí en mano el director Ruben Östlund, pues muestra que lo que se oculta entre los laberínticos discursos del arte abstracto es, precisamente, la ausencia de la obra de arte.
Los problemas sociales, el salvajismo del sistema económico, la violencia, las desigualdades flagrantes y evidentes como el aumento de las personas en situación de calle, tullidas e inmigrantes en su mayoría, son temas casi obligatorios de los discursos que sustentan una obra, una exposición o una curaduría museográfica. Si se trata, en resumen, de atraer al público a tan nobles (y rentables) intereses “artísticos”, entonces es válida la publicidad políticamente incorrecta o, en otras palabras, el terrorismo informática para sacudir a tan indiferentes y apáticos espectadores.
Está claro. En el cuadro dentro del cuadro, «The Square» muestra una farsa y un robo. Los dramas de la sociedad, su desesperación de carne y hueso, son explotados sistemáticamente para enarbolar discursos vaciados de significado cuya plenitud argumentativa y floritura terminológica contrastan, más allá de la chaqueta mental, con la ausencia de arte y la negación de la humanidad con que las élites artísticas y culturales se pavonean: “¿cuánta inhumanidad es necesaria para acceder a tu humanidad?”, pregunta en algún momento la pantalla.
Una vez culminada y descubierta la farsa, ¿será que curadores en jefe como Christian, directores de museos, coleccionistas o mecenas que se pasean altivos con xoloitzscuintles deberían de tocar a nuestra puerta y pedirnos disculpas?
Como verás, «The Square, la farsa del arte» es una película altamente recomendable que plantea más preguntas que respuestas o salidas fáciles. En especial si eres alguien que gusta del cine más como una forma de pensamiento en imágenes, y menos como entretenimiento de efectos especiales, esta peli sin duda te hará cuestionarte más a fondo la próxima vez que vayas a un museo y que adereza, además, con inteligencia y buen cine la muestra de este año en la Cineteca Nacional.
«The Square» puede verse también a partir de hoy en cines comerciales (Cinépolis y Cinemex).
Con información e imágenes cortesía de IQ Icunacury Acosta & Co.
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