Estamos a unos días de que se cumplan apenas cuatro meses del sismo del pasado 19 de septiembre y la memoria nos comienza a fallar. Pasó el momento de emergencia, de rescates, de shows televisivos con una niña imaginaria; de ayuda masiva y del impacto emocional que vivimos millones de personas en Ciudad de México y otros estados del centro y sur del país.
La necesidad de ser solidarios y cumplir con nuestra obligación como sociedad ha dado paso en algunos casos, a la sensación de que todo se resolvió, de que salvo las personas que perdieron la vida, los derrumbes y las afectaciones materiales, todo ha vuelto a la normalidad en la gran capital del país.
Pero la realidad es muy diferente. Según estimaciones oficiales de la Comisión para la Reconstrucción, habría más de 110 mil personas damnificadas. Los propios damnificados se han organizado en comités y grupos para exigir ayuda, y aseguran que son muchos más y por eso piden que se haga de nuevo el censo.
Héctor de la Cueva, miembro del grupo Damnificados Unidos, señaló que “quedó claro que el censo oficial no es confiable ni completo” y que ellos trataran de “cruzar” su propio censo con las autoridades.
“A cuatro meses es increíble que no haya una cuantificación real de los daños, hay edificios que están siendo demolidos y aparecen en la plataforma en verde, simplemente no es confiable ese censo”, dijo.
El problema de fondo es que hay miles de personas que siguen a la espera de poder resolver su situación, sin embargo ahora todo se vuelve más lento, los damnificados son cada menos visibles y sus protestas incluso molestan a algunos conductores.
Pero las cosas pueden ser muy complicadas para estas familias, que no solo perdieron su hogar sino que también parece, la posibilidad de acceder a alguna ayuda oficial que les permita reiniciar su vida en un nuevo espacio donde puedan decir que es su hogar.
“¿Y la gente? De arrimada, con familiares, amigos, en hotelitos, rentando cuartitos”, dice una damnificada a una reportera de Notimex que intentó acercarse a estas personas que habitan en la zona de Coapa, una de las más dañadas tras el sismo del 19 de septiembre.
“Hasta ahorita no ha venido nadie a checar. Bueno, vino el comisionado, igual que las visitas de doctor. Ya te vi, estás bien, ya me voy”, dice otra persona en este reportaje. Además, “una mujer contó que su mamá, de 92 años de edad, vivía en el edifico 3010: todos son grandes y no saben qué hacer. Les ofrecen créditos a pagar 15 mil pesos al mes, si con su jubilación cuando mucho sacarán 10…”
Pero el pasado 13 de enero, el Gobierno de la Ciudad de México entregó de “manera simbólica” 11 de 21 certificados de crédito para reconstrucción de viviendas dañadas, en cuya clasificación se encuentran como categoría roja.
Según la información oficial, los inmuebles beneficiados se encuentran en “Montes de Oca 93, monto de un millón de pesos; Atlixco 108, la cantidad de 400 mil pesos; Xola número 32, 2 millones de pesos; Zitlaltepec 8, un certificado por 400 mil pesos”.
Además de “Calzada de Tlalpan número 550, un millón 500 mil pesos; Odesa número 1228, un millón 100 mil pesos; Morelia número 107, un millón de pesos; Monclova número 10, dos certificados por 400 mil pesos cada uno; de Dinamarca 39, el monto de un millón de pesos, y de Ámsterdam 209, certificado por 500 mil pesos”.
Pero para la mayoría de las personas que perdieron su casa o no pueden habitarla, esto soluciona en poca medida sus necesidades inmediatas.
Según las personas entrevistas por Notimex, ahora necesitan “todo”. Y es que la ayuda de la sociedad ha dejado de fluir. “Antes nos daban alimentos, pero tiraron el edificio y se acabaron. Tenemos problemas, los tenemos hasta para ir al baño. Vamos a los comercios, pero nos ponen cara, qué le vamos a hacer”, explica un damnificado.
De esta manera, si muchas personas consideraron que el sismo de 2017 no causó graves daños comparables al de 1985, estas tragedias humanas demuestran el daño que provocó y sus consecuencias, ya que terminó en cierta medida con los sueños y aspiraciones de miles de seres humanos, quienes además no tienen recursos para recuperar lo perdido.
Fotos: Alan Adame.
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