Por Asfaltos.
A propósito de los recuentos en cine aún recientes de finales del año pasado, reflexionaba con unos amigos sobre las peores cintas que habíamos visto en 2017. Yo mencioné «La bella y la bestia» (2017), por cierto, una de las películas más taquilleras del año pasado (segunda, detrás de «Star Wars: The Last Jedi»»). ¿Y eso? El hecho de que esta nueva versión, live action, a mi parecer no aportaba en nada -¡en nada¡- a la que le antecedía, la versión animada, un clásico de la propia Disney de 1991. «¡Pero es que es traer los clásicos a las nuevas generaciones!», me argumentaban… ¿Y cómo es que mi generación vivió entonces clásicos anteriores como «Blanca Nieves y los siete enanos» (1937), «Pinocho» (1940) y «Dumbo» (1941) -por cierto, de ésta también viene una nueva versión-, por mencionar algunos? Pues viendo precisamente esos clásicos en directo, no copias de éstos.
Ok, dirán: «¿y no es acaso la propia versión animada de «La bella y la bestia» ya una forma de traer esta historia para las entonces nuevas generaciones?» Sí, en efecto, la versión de Disney fue una manera de traer en su momento para el imaginario infantil de inicios de los 90, un cuento de hadas tradicional de la cultura francesa, cuyos orígenes en texto se remontan a 1740, aunque otras fuentes inclusive se van más atrás, hasta 1550. En cine, por ejemplo, la primera versión es del director francés Jean Cocteau: «La Belle et la Bête» (1945). Sí, lo anterior es correcto, pero me regreso a la versión del año pasado.
«La bella y la bestia» (2017) live action de Disney es prácticamente una calca de la versión animada. Perdón, pero eso no es aportar nada ni presentarle algo nuevo a las generaciones actuales: eso es una calca, insisto. Que si se añadieron nuevas canciones y hasta una nueva línea en la historia… ¿Aportan en realidad algo? Que el personaje de Lefou tiene en esta nueva versión guiños adicionales de un supuesto enamoramiento con Gastón… ¿No acaso esos rasgos los tenía ya en su versión animada? Ya si van a argumentar que la idea de verlo en live action es «siempre más espectacular», apelando a su memoria, ¿no prefieren acaso esa escena del baile en la versión animada? A mi parecer la de la versión live action se quedó corta… Y sí, la Bestia es bastante más simpática en su versión caricatura.
¿A qué voy con esto? A que esa justificación de que las versiones «calca» de los clásicos cinematográficos de ayer se hacen con el simple motivo de traerlas a las nuevas generaciones, es bastante fútil. ¿Por qué no contestar como lo que es? Digo, es tan claro que cualquier otra «justificación» se entiende como absolutamente innecesaria. ¡Es por el dinero, obviamente! Ya lo mencioné, «La bella y la bestia» (2017) generó –de acuerdo a cifras del Box Office de 2017– la friolera de $1,263.5 millones de dólares. ¡Obviamente que es por el dinero!
La anterior idea regresó a mi cabeza cuando me topé con una noticia publicada en El Universal: «‘La boda de mi mejor amigo’ se hará a la mexicana«. Wait! What? Ok, la noticia no me sorprendió del todo, pero sí me dio curiosidad conocer los detalles, y sobre todo, esa ver si esa «innecesaria explicación» venía una vez más incluida.
Dirigida por P. J. Hogan, y protagonizada por Julia Roberts, Cameron Diaz, y Rupert Everett, entre otros, «La boda de mi mejor amigo» (1997) es indudablemente uno de los grandes clásicos del cine hollywoodense de los 90. La comedia romántica fue un absoluto éxito comercial, como destaca la propia nota de El Universal: «recaudó 299 millones de dólares, contra 38 millones usados en rodaje.» Además, la cinta, tenía algunos detalles interesantes que la sacaron del convencionalismo del género, y que la han destacado desde su estreno como una de las consentidas de muchos. Un clásico, pues.
«Es un clásico», secunda el propio realizador de la próxima versión mexicana, Celso García, «pero hay una nueva generación que no la conoce, entonces lo harán con la versión mexicana»… ¿Ven? Mismo argumento que con «La bella y la bestia» del año pasado. Sí, García está consciente de que la original es un clásico, pero también como que se nos contradice un poco con esa idea de que las nuevas generaciones no la conocen: «Es contar una historia de calidad sin importar el país, es hacer algo que conecte con la gente y trascienda más allá de las dos horas (en cine). Es una película que cuando la pasan los domingos se sienta uno a verla, ha envejecido bien y ese es el reto con ésta»… Y entonces, si ha envejecido bien, todos la ven cuando lo pasan los domingos y es un clásico: ¿por qué hacer la versión mexicana? ¡Porque conviene como negocio! Vamos, si la respuesta no debe ser tampoco ofensiva, se trata de un negocio el cine también. Lo que llama la atención es una vez más ese innecesario argumento de que se hace para que las nuevas generaciones conozcan un clásico.
Ahora bien, ¿qué me dirían de la justificación de la «versión» de la siguiente película? Anden, veamos el avance.
No… No es la película mexicana «Una mujer sin filtro» (2018) que se estrenó el pasado fin de semanas en cines nacionales; y no, tampoco es la película chilena «Sin filtro» (2016) que pueden ver actualmente en Netflix. O bueno, quiza sí… El asunto es que «Sin rodeos» (2018), con Maribel Verdú como protagonista, es la versión española de la propia «Sin filtro» que originó a «Una mujer sin filtro». Como pueden ver en los avances de la chilena y la mexicana, son muy parecidas; ya si ven la chilena, como lo hice yo en Netflix, verán que ésta y la mexicana son prácticamente calcas, con alguno que otro gag «nacional» como afirmé en mi reciente reseña de «Una mujer sin filtro». Y esperen, ¡aún habrán más!
En entrevista para el programa «Ventaneando», Fernanda Castillo, protagonista de «Una mujer sin filtro», compartió que la cinta tendrá otras versioens más: «Se va a realizar en 14 países». ¡En 14 países! Con el próximo estreno en España de «Sin rodeos», la chilena «Sin filtro» tendrá su segunda versión en menos de 2 años. Ah, ya si a eso le añaden otros antecedentes similares como la conocidísima «Mentiroso, mentiroso» (1997)…, pues ahí está, ahí lo tienen.
En un texto que recomiendo lean también, el crítico de cine Erick Estrada añade un tema más que aumenta la reflexión sobre este tema: «¿Cuándo se consolidará finalmente la zona cinematográfica iberoamericana al predominar las películas copy paste?» ¿No sería mejor estrenar en México tal cual la versión chilena tan exitosa en su país? ¿Llevar acaso esa misma película a España y posteriormente a los otros países donde se estima hacer versiones, sobre todo si en éstos también se habla español?
Sí, las versiones sin mayores aportes, las llamadas calcas, se hacen por algo en específico: el dinero. No, no está mal generar dinero, al contrario, eso está bien (¡está maravilloso!); lo que sí debe de dejarse de afirmar, es esa justificación de que éstas son para que se conozcan las historias que las originaron. ¡Rescatemos los clásicos, fortalezcamos una industria de cine en Iberoamérica! No queramos engañarnos…
Asfaltos. Sobrevivo en una ciudad junto a millones de personas. ¿Mexiqueño? Me enamoro rápido y olvido difícilmente. Amo la música, el cine, los cómics, las mujeres y -últimamente gracias a los servicios de streaming– las series también. Vivo la vida a través de letras y melodías. Músico frustrado. Me pueden encontrar escuchando U2, Radiohead y Coldplay; así como Grand Funk Railroad, Styx y Eric Burdon; Chetes, Jumbo y Siddhartha; y hasta Jesse & Joy, Silverio y Aleks Syntek. Batman y Star Wars mis pasiones; también el Cruz Azul, pero ya saben… subcampeonísimo. Sobreviviente y náufrago; ermitaño que odia la soledad.
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