Por Asfaltos.
Confieso que desde hace varias semanas había querido sentarme a escribir sobre el tema que ha acaparado en su gran mayoría la atención en Hollywood. El tema del acoso constante sobre mujeres y también sobre hombres por parte de personajes de poder en la industria fílmica de los Estados Unidos de América, ha sido tema desde que en octubre del año pasado The New York Times y The New Yorker informaran de la acusación de docenas de mujeres al productor de cine Harvey Weinstein por acoso sexual, agresión sexual o violación. Tras la noticia, más de 80 mujeres salieron para sumar a las acusaciones contra un hombre que ha negado al momento «cualquier sexo no consentido».
El tema en un nivel más amplio lleva sin embargo mucho más tiempo presente en el mismo Estados Unidos, así como en México y en varios países de América Latina. En México, para no olvidarlo, el tema de la agresión sexual contra las mujeres ha ido un poco más allá, degenerando en los deleznables feminicidios. De acuerdo a números de Carolina Torreblanca y Pepe Merino para Animal Político, «al menos 8 mil 913 mujeres en México han sido asesinadas simplemente por ser mujeres entre 2004 y 2016; un promedio de 686 mujeres al año, 57 al mes, casi dos al día.»
El tema desde luego no es menor, por lo que todos hombres y mujeres, debemos de sumarnos al debate. Para efectos de esta columna, en la que toco siempre un tema relacionado al cine, la música y en general a la cultura pop, quiero aprovechar el movimiento que se ha generado en Hollywood para proponer una reflexión central. En los pasados Globos de Oro las mujeres asistentes tomaron el protagonismo de la ceremonia vestidas de negro y muchas sin maquillaje, para alzar así la voz y no dejar que el tema se enfríe y posteriormente se olvide. La actriz israelí-estadounidense Natalie Portman inclusive fue más allá al criticar previo a la entrega del premio a «Mejor director», criticando que en las nominaciones únicamente figuraran varones: «Y estos son todos los directores hombres nominados». La ceremonia tuvo también un discurso recitado por Oprah Winfrey, mismo que fue replicado posteriormente en diversos medios como uno de los clímax de la ceremonia. Todos los temas, válidos, se aplaude hayan salido al tema.
En el programa que conduzco y produzco todos los viernes de 12:00 a 13:00 horas por Gritaradio.com, #CinemaGR, reflexionaba sin embargo yo que desde luego estaba de acuerdo con las acciones presentadas en la pasada entrega de los Globos de Oro, aunque las consideraba insuficientes. Ahora pienso, inclusive, que todas esas acciones terminaron ahí, en ese momento de fama que se sumó a la moda de la discusión para no quedarse fuera y que terminarán sin realmente trascender. A ver, ojo, que no se me mal interprete. Entiendo que poner el tema en la discusión es importantísimo y que no debe de dejarse de hacer, sin embargo: no es suficiente. No lo es porque el problema en este caso específico en Hollywood, es muy, pero muy profundo. «¿Y por qué en lugar de no solo vestirse de negro y hablar simplemente no fueron a la ceremonia?», preguntaba no con pocas críticas.
En la entrega 45 de los Premios de la Academia, nominado al Oscar a «Mejor actor» por «El padrino», el actor Marlon Brando rechazó el reconocimiento de una forma que con el tiempo se aprecia como elegante. El momento, cuyo recuerdo queda intacto gracias al internet, se aprecia resultó para algunos «un tanto incómodo» (vean nada mas a los presentadores y escuchen a la audiencia). Al ser anunciado Marlon Brando como actor ganador, en su representación subió al escenario la activista indígena Sacheen Littlefeather, quien declaró en un breve resumen del mensaje que posteriormente compartió a los medios, que Brando rechazaba el Oscar por el maltrato que le daba a los indígenas estadounidenses la industria cinematográfica y los diversos medios de Hollywood. Contudente, la acción de Brando se sigue recordando al día de hoy como uno de los momentos más importantes en la ceremonia de premiación.
¿No sería increíble, por ejemplo, que en lugar de volver a vestirse de negro y hablar y hablar no solo mujeres, sino también hombres antes de empezar la ceremonia se subieran al escenario y protestaran en conjunto por un acoso que conforme van pasando la semanas se ha ido descubriendo como sistemático en la industria hollywoodense? ¿No sería un verdadero alzamiento de voz el que la ceremonia fuera boicoteada y al día siguiente todos los medios hablaran de ello con mayor contundencia? ¿No sería mejor pegarles por un momento en los bolsillos y llevar la protesta a otro nivel? El problema en Hollywood es mucho, mucho más profundo que los casos de acoso que se han ido ventilando. Y por favor… No podemos creernos eso de que antes de las acusaciones a Weinstein nadie supiera nada de nada (si hasta en una oficina pequeña se conocen siempre todos los chismes).
¿Con qué seguridad afirmo que el problema es mayor? Porque en gran parte la industria de Hollywood, como en general la industria del entretenimiento, está basada en la sexualización tanto de hombres como de mujeres. En una cinta que valdría muchísimo rescatar en estos tiempos de discusión, el director holandés Paul Verhoeven denunciaba a su manera la forma en la que la industria en Hollywood se ha manejado por muchísimos años. Sí, me refiero a «Showgirls» (1995), cinta que inclusive en un texto que escribí anteriormente –y que les invito a leer aquí-, reflexiono yo fue atacada de sobremanera por el mensaje al que realmente se terminó refiriendo. Después de una auténtica pesadilla que vive la protagonista, usando su «capital erótico», tras triunfar y caer derrotada en Las Vegas, acude con miras ahora a un nuevo destino donde explotar sus cualidades y volver a triunfar: sí, viaja a Los Ángeles, California, donde está Hollywood. Vean la película y la comentamos.
La socióloga Catherine Hakim, defensora de tesis contrarias al feminismo mainstream, presentaba en su libro «Capital erótico. El poder de fascinar a los demás», la definición del término que en las últimas semanas me animó a escribir este texto. Para la doctora Hakim, como le gusta le llamen, el capital erótico es en la lógica del sistema capitalista en el que vivimos, un activo personal más que si bien ha existido desde hace muchos años, no se ha reflexionado como tal hasta tiempos recientes. Primero, recordar que «el capitalismo es un sistema económico y social basado en que los medios de producción deben ser de propiedad privada, el mercado sirve como mecanismo para asignar los recursos escasos de manera eficiente y el capital sirve como fuente para generar riqueza». Segundo, como la propia Hakim lo destaca, «el capital erótico es el cuarto activo personal, un activo al que hasta ahora no se hacía caso, aunque la vida cotidiana esté llena de recordatorios sobre su importancia.»
Del capital erótico -para cuya mejor comprensión invito a leer a la propia autora en esta breve introducción-, cabría comprender como ella misma destaca: «que en la vida moderna la sexualidad se ha vuelto más importante para todo el mundo, no solo para la élite, ni para los ricos (como en el pasado, con los harenes de los reyes, y las concubinas de los aristócratas); y una de las consecuencias de este fenómeno es el aumento de valor del capital erótico femenino, aunque solo sea porque la demanda masculina de ocio sexual parece inagotable (cosa que no acaban de entender del todo muchas mujeres).» La demanda masculina de ocio sexual parece inagotable…
A lo que quiero llegar con lo anterior, es al hecho de que a mi parecer el problema del acoso denunciado ahora en Hollywood va mucho más allá de una situación de falta de respeto y de abuso de poder de quienes en su posición lo usan para sus perversos fines; el asunto es mucho más profundo y va a los cimientos de una forma de negocio y de un sistema que ha imperado en la industria -énfasis en la palabra industria- de tal modo que para los intereses económicos la sexualización excesiva de mujeres y hombres se ha convertido en el pan de cada día. Así vemos cómo sobre todo en el caso de las mujeres, como la propia Catherine Hakim destacaba con la «demanda masculina», los papeles para ellas suelen ser más atractivos económicamente hablando cuando éstas son jóvenes y bellas, y no cuando es todo lo contrario (usando la terminología de belleza impuesta por el propio sistema). Hay vicios de la propia industria que tienen que ver al final en la punta del iceberg que hemos estado escuchando y leyendo en los recientes meses. Para acabar con éstos hay que ir a las profundidades.
¿Va a cambiar la industria de Hollywood -y en general la del entretenimiento-? Difícilmente. ¿Debemos de quedarnos conformes con ello? Definitivamente no. Como en todos los casos de los grandes cambios -inclusive inmersos en el tema político en nuestro país-, las pequeñas acciones resultan siempre las más necesarias e importantes. Si en nuestro propio entorno evitamos caer en la medida de los posible en los vicios del sistema económico y social que nos ha dominado por años, podremos ir presentando algunos cambios que terminarán agradeciendo las generaciones futuras. Si seguimos en la lógica del mercado, los grandes abusos del poder seguirán presentándose en el nombre del dinero.
Sé bien que no estoy excento de la polémica con el texto de hoy, pero no quería dejar de mencionar la idea que ha estado rondando mi cabeza. Al final, para mí, la lucha del feminismo y que aplaudo se haga presente en este debate, es la de lograr la igualdad entre hombres y mujeres sin beneficio a ninguno de los dos géneros. Mujeres y hombres debemos luchar por el derecho de competir en igualdad de condiciones.
Asfaltos. Sobrevivo en una ciudad junto a millones de personas. ¿Mexiqueño? Me enamoro rápido y olvido difícilmente. Amo la música, el cine, los cómics, las mujeres y -últimamente gracias a los servicios de streaming– las series también. Vivo la vida a través de letras y melodías. Músico frustrado. Me pueden encontrar escuchando U2, Radiohead y Coldplay; así como Grand Funk Railroad, Styx y Eric Burdon; Chetes, Jumbo y Siddhartha; y hasta Jesse & Joy, Silverio y Aleks Syntek. Batman y Star Wars mis pasiones; también el Cruz Azul, pero ya saben… subcampeonísimo. Sobreviviente y náufrago; ermitaño que odia la soledad.
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