Por Sandyluz.
En esta ocasión quiero reseñarles un filme bastante extraño, disruptivo y propositivo: «El sacrificio del ciervo sagrado» («The killing of a sacred deer»). Dirigida y escrita por Yorgos Lanthimos, confirma rotundamente que hay claros estilos de hacer cine y que su creador ya muestra un sello muy distintivo, tan característico del cine de autor. Para quien no lo ubique, destacó recientemente con su bizarra propuesta en «The lobster», historia surrealista, donde las personas de una utópica sociedad no tenían derecho a permanecer solteros, ni viudos; eran puestos a disposición de las autoridades e ingresados en una casa de retiro, cuya misión era relacionar a los inquilinos, para formar nuevas parejas sociales.
Desde esta óptica simbólica, debemos leer el título del filme con atención: «El sacrificio del ciervo sagrado». Alude al antiguo mito griego de Ifigenia, en el cual la sacerdotisa Artemisa debe ofrecer en sacrificio a su hermana Ifigenia, para liberar a Orestes, quien era su hermano. Con esta óptica, ya sospechamos el dilema que plantea el filme desde su título: la noción de sacrificar a alguien es una dura decisión, porque significa soltar a alguien muy valorado, quien, justamente por eso, es el indicado para el sacrificio.
A connotar la filmografía con ojo atento: desde la primera toma, donde se tiene un insert prolongado de una operación de corazón a pecho está abierto; ahí, de manera grotesca e hiperrealista, vemos al órgano vital latir animosamente, a pesar de hallarse expuesto; esto, metáfora de las heridas emocionales (de corazón) y de la difícil disyuntiva de tomar una decisión con el riesgo de ganar o perder, de vida o muerte. Al final del filme: silencio total y pantalla negra para mostrar los créditos, como cuando cae el telón, como ese trago amargo de las sonrisas y diplomacias forzadas, luego de un sepelio.
La trama nos adentra en el mundo cotidiano de un cardiólogo exitoso y de su armoniosa familia. Collin Farell, también protagonista en «The Lobster», encarna al doctor responsable y dedicado padre de familia: Stephen Murphy; por otra parte, nada más y nada menos que Nicole Kidman para perfeccionar el rol de esa esposa responsable, pero tremendamente fría y racional, quien además, también es médico (oftalmóloga); ambos, a cargo de dos niños felizmente normales: una niña en la flor de su adolescencia y un niño de cabellos largos y con ideas rebeldes, propias de su edad. En medio de la paz familiar, la ruptura, cuando irrumpe en sus vidas la desconcertante y extraña presencia de Martin (excelentemente interpretado por Barry Keoghan), quien tiene esta apariencia frágil y singular de un muchacho ensimismado y con cierto rezago, en cuanto a salud emocional se refiere. Sólo Stephen sabe quién es, qué quiere y por qué se reúne recurrentemente con él, como si tuviera un compromiso, una deuda, algo insospechado por los miembros de su familia y por el mismo espectador. Conforme evoluciona el conflicto se van develando las pistas, en cuanto a la naturaleza de la relación del muchacho con el cardiólogo; todo, a partir de que el padre de Martin muriera en el quirófano, mientras era intervenido por Stephen.
Algo que este filme maneja de manera magistral es la evolución del personaje antagónico: Martin, sí, el casi inocente muchacho. Su mera presencia pasa de incomodar, a realmente poner en peligro la vida de los miembros de la familia Murphy, mediante la maldición, o esta suerte de predicción que aventura sobre el derrotero de los Murphy, la cual encierra la noción kármica de que “lo que haces se te regresa”; o también, la noción de la Ley del Talión: “ojo por ojo, diente por diente”. Luego, la sugerencia del título cobra sentido: hay una implicación de sacrificio en todo esto y la elección será el punto de quiebre del personaje protagónico.
El declive físico y anímico de los personajes hace crecer la tensión dramática; asimismo, la incertidumbre en relación con los alcances que puede traer consigo la descabellada petición que Martin hace a Stephen. El espacio vacío, presente desde la presentación del conflicto hasta el desenlace, es la propuesta fílmica de Lanthimos: en realidad no hay respuesta lógica; simplemente hay que aceptar las consecuencias, desde el planteamiento de realidad sugerida por el filme. Irónico que ambos padres sean médicos racionales y deban quebrar sus paradigmas para aceptar, que lo que enfrentan, va más allá de las explicaciones normales o paranormales inculcadas en una realidad real, pero no ésta; ésta es una realidad utópica y disruptiva, sin explicación razonable.
Cabe destacar que la banda sonora del filme juega un papel crucial para marcar atmósfera; narrativamente hablando, permite dividir el filme en dos partes: un primer interludio, donde su nota principal es la tensión; una culminación del relato desconcertante y terrorífica. Sí, el terror se hace presente en este filme, sin la necesidad de efectos especiales o fantasmas. El clímax del filme es una agónica decisión y el desenlace, aunque liberador, es una ruda moraleja en relación con las cosas que escapan de nuestras manos y de nuestro entendimiento: el mundo gira y la vida y el tiempo siguen su marcha, en medio de los triunfos y fracasos, a pesar de las uniones o escisiones entre personas que intersectan en alguna etapa de nuestras vidas. Esta sólida propuesta destaca, no sólo por la calidad de su elenco (Collin Farell, Nicole Kidman, Barry Keoghan y la empolvadísima Alicia Silverstone), sino por el planteamiento singular que desarrolla: cuando los eventos no siguen la lógica y el devenir estipulado, solamente resta aprender las nuevas reglas del juego.
Fuentes consultadas: Lanthimos, Yorgos. «The killing of a sacred deer». UK, Ireland, USA: Element Pictures and A24, 2017.
Sandyluz. “Detrás de la pluma…” Egresada del Tecnológico de Monterrey Campus Toluca, de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Completó estudios de Creación Literaria en la Escuela de Escritores del Estado de México (SOGEM). También terminó una maestría en Estudios Humanísticos con especialidad en Literatura, en el Tecnológico de Monterrey. En un plano más relajado, es aficionada a los libros y a la escritura desde corta edad; ha escrito de manera informal cuentos y poesías; con uno de sus primeros cuentos ganó un concurso local del cual obtuvo su primer retribución económica y profesional, siendo ello un significativo incentivo para seguir escribiendo. La Literatura ha sido una válvula de escape para no enfermar de realidad. La fantasía reanima el fulgor de los sueños que soñamos dormidos y que soñamos despiertos…
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