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Por Elizabeth Aguilar Quintana.
Ver lo que tenemos delante de nuestras narices requiere una lucha constante. [1]
En la posmodernidad, el lenguaje se ha degradado, a menudo volviéndose vacío, sin significado, y ya no se puede confiar en la veracidad de las palabras. Existe una transformación de las palabras con el paso del tiempo, una adecuación del significado al contexto, pero si aunado a eso se presenta la destrucción intencional del lenguaje, traerá consigo la alteración del presente y del futuro, y como resultado el arte, la cultura y el conocimiento se irán desvaneciendo.
Podemos concebir el lenguaje como la expresión del pensamiento, podemos manipular el pensamiento con la reducción del conocimiento; creación de sociedades ignorantes de fácil control.
En la actualidad podemos apreciar la continua destrucción de las palabras, de las memorias, de los hechos y de los pensamientos individuales; vivimos en la era en la que mediante la comunicación se pretende homologar el pensamiento, crear una educación estandarizada en donde solo podemos apreciar partes de la historia y de los acontecimientos reales. Los medios muestran solo fragmentos de la información, hechos truncados a favor de quien los maneja.
Se busca educar las futuras generaciones con programas carentes de sentido y de valor, palabras huecas, hombres vacíos. Muchas ocasiones me pregunto, en realidad, en qué nos hemos convertido. ¿Somos el reflejo de una sociedad ambiciosa con escasos valores, o es que aun hay personas auténticas que logran pensar por sí mismas y no se dejan llevar por todos aquellos estereotipos marcados en la sociedad? Personas con valores que piensan en los demás y que colaboran a fin de ser cada día mejores.
Desafortunadamente me he topado con muy pocas personas que logran pensar así, la mayoría solo piensa en su bienestar y pasan por encima de aquello en lo que “creían” con tal de obtener aquello cuanto desean. ¿Puede ser que una situación desesperada te haga perderlo todo? Incluso todo aquello en cuanto crees, pero, ¿cómo es posible que se pueda a vivir así todo el tiempo?
Campañas sucias, promesas vacías, el anhelo constante del enriquecimiento y no de la transformación. Como sociedad debemos despertar de ese letargo en el cual nos encontramos. La transformación real del país no viene de uno solo, viene de la gente, de nosotros, de la sociedad. No demos permitir se manipulen nuestras ideas y se sesgue nuestro conocimiento.
1984 [2], es una advertencia de lo que nos depara el destino con una sociedad ignorante, no hay mejor arma contra el control y la violencia que el manejo de la verdad y el conocimiento. El paso del tiempo es el cáncer de la memoria.
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