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Por Aranzazú Martínez Galeana.
Este lunes se celebró el día internacional del libro, y en twitter para no perder la costumbre, las ironías y comentarios sumamente atinados se hicieron presentes. Bajo el hashtag #SiMéxicoLeyera miles de usuarios se proyectaron al escribir situaciones hipotéticas de lo que pasaría en un mundo paralelo en el cual la lectura fuera uno de sus pilares. Desde comentarios en contra de los distintos contendientes políticos para las siguientes elecciones en julio de este año, hasta comentarios duros y a la cabeza contra la sociedad mexicana; como tal (@DonBnitoJuarez “Los libros son la mejor arma contra la pobreza, la ignorancia y la violencia #SiMexicoLeyera lo sabría”) este hashtag mostró en cierta medida las fortalezas y desventajas que tenemos al ser un país que no se caracteriza precisamente por leer. Aún más, dejó claro que el círculo vicioso en el que vivimos se reproduce porque así lo deseamos (sin minimizar las claras diferencias socioeconómicas que existen en nuestro país) aunque claro, el sistema de enseñanza, la calidad de educación y la familia juegan un papel fundamental para la promoción y adopción de la lectura. A pesar de que en el artículo 3° de la Constitución se proclama que la educación debe ser gratuita, laica y obligatoria, esto no implica que sea ni de calidad, ni que provea de las mínimas bases para construir ciudadanos más cultos e informados. Si bien el número de libros que una persona lee no es indicador suficiente de qué tan crítica, organizada o culta es una sociedad, sí da claro indicios de dónde estamos parados y hacia dónde vamos. Pero parece que el mexicano común prefiere placeres más superfluos que sencillos por lo que la televisión seguirá siendo la estrella de la casa por encima del librero; así ha sido y por cómo vamos así parecer ser que seguirá.
Según el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en su Encuesta Nacional de Lectura 2011, los adultos mexicanos leen en promedio 2.9 libros al año. ¿Sorprendente? Realmente no. La ENL reveló que el 43.6% de los entrevistados asumió que no lee libros, de éstos al menos una tercera parte (30.4%) ha leído en algún momento de su vida, mientras que el 12.7% dijo nunca haberlo hecho. Y cuando se les cuestionó qué libro era su favorito, un 4% (de 86.6% que contestó que había leído en algún momento o lee) señaló a la Biblia como su número uno, seguido de Juventud en Éxtasis, Don Quijote y Cien Años de Soledad con un 1.2%.; en esta lista de libros también se hicieron presentes títulos como Cañitas, El Principito, Harry Potter y Volar sobre el pantano. Sin duda una combinación sumamente particular.
Éstas estadísticas nada halagadoras también sirvieron para reafirmar ciertas creencias como el hecho de que a mayor escolaridad mayor nivel de lectura (de un 20% a un 76.6%); por otro lado los mayores niveles de lectura se dan en el Distrito Federal (81.6%) seguido de la región noroeste con un 62.8% y el centro con un 58.15%. En los últimos lugares se encuentra el sur con un 47% y el centro occidente con un 51.3%. Más allá de las encuestas y los números, México en un momento crítico (político y socialmente hablando) tiene que valerse de las herramientas necesarias para analizar, decidir y criticar. Pero sobre todo debe buscar cambiar su fatídico 2.9 por al menos un número entero para que hashtags como #SiMéxicoLeyera dejen de ser una aspiración y se conviertan en una realidad.
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