Por Asfaltos.
La más reciente película de Carlos Carrera, «Ana y Bruno», ha causado una serie de comentarios en las distintas redes sociales. Primordialmente comentarios positivos, de quienes la han catalogado como una muy grata sorpresa, y sin duda una cinta animada distinta, diferente. Sin embargo, también de forma importante, algunas voces no se han dejado de escuchar cuestionando sobre la pertinencia de que la película, con todo y su temática profunda, se presente a un público infantil. Sí, esta columna contiene estropeos (spoilers), así que si no han ido a ver «Ana y Bruno», vayan comprando su boleto, y si tienen dudas pasen a leer mi reseña. Si ya la vieron, los invito a seguir leyéndome.
Las temáticas que aborda «Ana y Bruno» son diversas. La película habla de temas como la locura, la amistad, el amor principalmente entre madre e hija, y desde luego la pérdida, la muerte. La apuesta por un Carlos Carrera que no titubeó nunca en presentar la historia que le había enamorado desde que la leyó, antes de terminar de plasmarla en la pantalla grande, es indudable. Como se ha repetido desde la primera proyección de la película en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), el año pasado, «Ana y Bruno» apuesta por un público infantil que trata como a un público inteligente; porque sí, éste no hay duda de que lo es.
La queja de sobre todo padres de familia, era que la película se les hacía «demasiado fuerte» para sus hijos. La situación abría así un muy acalorado debate, pues para algunos, los papás quejumbrosos no eran más que unos controladores de sus pequeños, y sobre todo unos sobre protectores. La lanzadera de comentarios en redes sociales se disparó, hasta que hoy, de parte de una de las productoras de la película, Lo Coloco Films, se lanzó una nueva idea que me pareció muy interesante: «Ya entendimos que el problema no es si ‘Ana y Bruno’ es o no una película para niños, sino que algunos papás se molestaron porque en la sinopsis no queda del todo claro lo que van a ver. Ya le sugerimos al distribuidor que cambie la sinopsis por ésta.»
La sinopsis original, de acuerdo a lo que se puede checar todavía en el sitio de Cinépolis, es la siguiente: «Ana es una curiosa niña que escapa de su dormitorio en busca de su padre para salvar a su madre. Con la ayuda de extraños y divertidos seres fantásticos, que conoce en ese lugar, emprende un viaje lleno de emocionantes y conmovedoras aventuras. Basada en la novela Ana de Daniel Emil.» La propuesta por la cuenta de Twitter de Lo Coloco Films, es así: «Ana es una curiosa niña que se hace amiga de los seres imaginarios de los pacientes de un hospital psiquiátrico, donde recientemente ha ingresado junto con su madre. Con la ayuda de sus nuevos amigos intentará escapar de ahí para buscar a su pare y reunir nuevamente a su familia. Con un tono decididamente macabro, pero al mismo tiempo luminoso y fantástico, el primer largometraje de animación del director mexicano Carlos Carrera aborda temas como la locura, la imaginación y los lazos familiares».
Sí, el cambio de sinopsis deja más claro el panorama para los padres que se habían quejado del «sorpresivo» tono de la película, aunque siento yo que con una aclaración de más sobre si es «macabro, pero al mismo tiempo luminoso y fantástico».
La misma discusión sobre si era o no una película adecuada para los niños, la viví el año pasado con la extraordinaria cinta animada «La vida de Calabacín«, que manejaba de manera similar el tema de la pérdida desde el punto de vista infantil. La película también pasó por la misma discusión, sobre todo porque en la escena principal nos mostraba cómo, en un accidente, el niño protagonista mataba a su madre. Claro, cuando se lee de esta manera la escena parece «perturbadora», pero cuando se veía en la película parecía una situación plausible; más en un país donde la muerte tristemente está más presente que nunca. Y si no, pregunten en los estados del norte, o aquí mismo, donde un sismo nos puede volver a sorprender y arrebatar la vida de cualquiera de nuestros seres queridos; contando los padres de los niños a los que posteriormente habrá que explicarles su pérdida.
Entiendo a los papás que desean mantener imperturbables las mentes de sus hijos, los entiendo perfectamente porque he hablado con varios de ellos; pero lo sorpresivo para ellos, es la actitud que muchos de sus hijos muestran tras haber visto la película: de entendimiento de madurez. Aquí lo malo, también, es la forma tan infantil y poco inteligente que la gran parte de las películas de animación han tratado en los más recientes años a los niños. Es, esa saturación de un modelo más pensado en la mercadotecnia que en la película como arte, donde creo yo está la falla que ha hecho que «Ana y Bruno» se destaque de manera tan importante en las últimas semanas. Es más, y sé que las comparaciones siempre son odiosas, pero es más madura, original y auténtica la forma en la que «Ana y Bruno» confronta un tema como la muerte en nuestro país; que la muy celebrada «Coco», que para que no crean que me estoy dejando llevar por la coyuntura, les invito a leer lo que pensé de ella en su primera proyección en el mismo FICM que cerró «Ana y Bruno».
En fin, «Ana y Bruno» poco a poco se ha ido ganando su promoción en un boca a boca que le ha favorecido tras unos días de verdadero sacudimiento emocional. Y eso, eso es precisamente por lo que celebramos la más reciente película de Carlos Carrera; porque nos sacude como pocas películas lo han hecho, y porque nos entrega una muy linda historia que nos ayuda a pensar en nuestra propia realidad y entorno. Es una película madura, para toda la familia, que permite además una charla muy profunda, y sin duda muy necesaria.
¿Ustedes ya fueron a ver «Ana y Bruno»? ¿Qué les pareció? ¿Me lo comparten? Si no lo han hecho, en el supuesto de que hayan preferido leer los estropeos que no echan abajo la experiencia fílmica, ¡corran a verla! Ya me lo agradecerán después.
Con imágenes cortesía de Corazón Films.
Asfaltos. Sobrevivo en una ciudad junto a millones de personas. ¿Mexiqueño? Me enamoro rápido y olvido difícilmente. Amo la música, el cine, los cómics, las mujeres y -últimamente gracias a los servicios de streaming– las series también. Vivo la vida a través de letras y melodías. Músico frustrado. Me pueden encontrar escuchando U2, Radiohead y Coldplay; así como Grand Funk Railroad, Styx y Eric Burdon; Chetes, Jumbo y Siddhartha; y hasta Jesse & Joy, Silverio y Aleks Syntek. Batman y Star Wars mis pasiones; también el Cruz Azul, pero ya saben… subcampeonísimo. Sobreviviente y náufrago; ermitaño que odia la soledad.
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