«El insulto», o cómo algo tan sencillo estalla y se complica

Por Asfaltos.

Vivimos tiempos bastante particulares. Cada palabra, cada acción, cada omisión, y demás, son ahora más que nunca analizadas y juzgadas por ajenos. Lo que se haga siempre tendrá repercusiones, aunque éstas rebasen aparentemente cualquier tipo de lógica. Si bien en regiones más específicas del mundo las sensibilidades son más marcadas, en la cotidianidad de nuestro mundo sobran ejemplos de grandes problemas que comenzaron con algo a veces muy insignificante. Eso es lo que ilustra, de alguna manera, «El insulto» de Ziad Doueiri.

Antes de que empiece la película, en negros, se nos advierte que lo que estamos próximos a ver no representa en nada un discurso político en particular. Francamente el anuncio me llamó la atención, sobre todo porque estamos acostumbrados al cine de los vecinos del norte, en donde si algo sobra eso es precisamente «un mensaje político en particular». Pienso entonces, de inmediato, que así han de estar las sensibilidades que se trastocan en «El insulto», y en efecto no me hará falta razón.

La película nos sitúa en el Líbano, donde Toni, un cristiano libanés, vive el día a día político de su país. Con marcadas diferencias, con una fuerte convicción por lo que cree correcto, un día Toni se encuentra regando las plantas en su balcón, cuando sin quererlo moja de manera accidental a un trabajador del área que responde furioso. Yasser, el hombre afectado, es un capataz palestino que furioso «insulta» a un Toni que no le permite que se salga con la suya. Así, con algo tan simple, se desata una auténtica guerra que trascenderá a los dos afectados iniciales.

Con unas muy sólidas actuaciones, y un guion que no nos dejará en paz en ningún momento, «El insulto» se nos presenta como una pesadilla que nos resulta tristemente muy posible. Sin soltarnos, de principio a fin, observamos cómo el lío inicial va escalando de modo tal que termina por salirse de las manos de todos los involucrados. En un país donde la situación política y religiosa es delicada, «El insulto» de uno y otro de los dos protagonistas termina por estallar y convertirse en un auténtico polvorín.

«El insulto» resulta de entrada entretenida, pero además va más allá en sus pretensiones pues termina por interesarnos sobre lo profundo del problema que se nos presenta, y sobre todo nos invita a reflexionar sobre los ecos que puede llegar a presentar en nuestros día a día cotidianos. La cinta está llena de momentos de suspenso, y termina convirtiéndose también en una película que atrapará a quienes curiosos acudan a ella buscando un lío legal de enormes proporciones y mayores complicaciones para desarrollarse y eventualmente ¿resolverse? Bien, eso es lo que iremos descubriendo a lo largo de los 110 minutos de duración de «El insulto».

Cierto es que «El insulto» se inserta en una problemática local, misma que se nos esclarece de mejor manera y que nos permite entender un poco las complicaciones de la región; pero también, y como he afirmado desde el inicio de esta reseña, la historia nos invita a reflexionar sobre el valor que existe en algo tan simple y sencillo como… Mejor vean en la película y no me permitan revelarles estropeo de ningún tipo.

Estrenada hace ya un par de semanas a nivel comercial, «El insulto» se nos presenta también como una prueba muy clara de cómo en la cartelera de los cines que predominan nuestra capital mexicana, es posible encontrarse con cintas de gran valía como ésta. Solo hay que rascarle un poco a la cartelera, y no irse por la fácil de elegir la que al momento de ir al cine «mejor se nos acomode».

 

«El insulto» se puede ver todavía en cines selectos. Consulten su cartelera antes de que desaparezca definitivamente de ésta.