Por Asfaltos.
El próximo miércoles 19 de septiembre se cumplirá un año del sismo que sacudió la zona centro de México, y en específico Ciudad de México. Un año de una de las cicatrices más recientes de una ciudad que ha pasado y resistido de todo; un año de la pérdida de gente, de haber dejado damnificados a otros, de quedarse con el dolor de un golpe que no es sencillo de sacudirse. En Reconoce MX decidimos dedicar septiembre a la memoria de los caídos, de los damnificados y de todos los héroes que se solidarizaron en la tragedia. Yo, en este espacio, les brindo homenaje también.
Hace un año me tocó, como muchos, sumarme a las labores de emergencia después del sismo. En mi caso, en particular, me tocó coordinar tanto donaciones en especie, como información. Me tocó, estar de cerca, en una zona de derrumbe y de rescate que en las primeras horas vivió horas de tensión y de angustia; y que conforme fueron pasando los días se transformó en zozobra, tristeza, desazón. A modo de desahogo, porque con tanto cansancio físico y mental en esos días era sano hacerlo, me puse a escribir las historias que a continuación les voy a compartir. En su momento las compartí a mis amigos y conocidos a través de redes sociales, pero es la primera vez que las hago ahora sí realmente públicas. Por respeto a la privacidad de quienes escribí, cambié nombres, me ahorré detalles y omití imágenes. Sentía en ese momento, y sigo sintiendo, que esta era la mejor forma de transmitir lo que viví con personas que jamás olvidaré; y que en estos días volveré a ver.
El título de esta columna, por cierto, lo rescato de un ejercicio anterior que hice junto a mi amiga Katia Ibáñez con motivo de los 28 años del sismo del 19 de septiembre, pero de 1985.
Ahora sí, a continuación las historias:
21 / septiembre / 2017
Su nombre es Rubén. Nos ve a una amiga y a mí, quienes desde que llegamos acá el martes en la tarde, le preguntamos si todo está bien; es un señor de casi 70 años, con la mirada recia y que no había dicho palabra alguna. Eso cambió hoy, cuando vio cómo un grupo de niñas fueron a abrazar a mi amiga y a gritarnos gracias. «Mantengan esas energías y fuerzas, que los días que vienen, son más difíciles. Gracias por todo». Rubén después nos contó su historia en el sismo de 1985. Ayuda desde que lo conocimos, con el empaque de víveres.
24 / septiembre / 2017
Su nombre es Mariana. La mañana del 20 de septiembre, regresando de los Multifamiliares en Taxqueña -por donde ella vive-, muertos de cansancio físico y emocional nos ofreció comida que regalaba fuera de su casa. Me llamó la atención que no decía palabra, pero sí sonreía. Todos los días la vimos y le apoyamos con lo que fuera para que continuara. A veces decía algo, pero siempre sonreía. Ayer no llegué como todas las mañanas y me marcó por la tarde. Le di mi número por si necesitaba víveres para continuar con su labor. Me pidió que fuéramos varios a su casa a ayudarla.
Mariana quería donar ropa. Fuimos. Nos enteramos que su mamá había muerto joven por una enfermedad apenas hace 3 semanas. Se encargaba de su abuelita sola quien vivía en la parte de arriba de su casa. Nos pidió guardar toda la ropa de su mamá en cajas y donarla. Guardaba algunos peluches de su mamá; los abrazó, y después de llorar y provocarnos lo mismo, nos dijo que se los diéramos a los niños. Al final todos la abrazamos. Mariana continúa regalando comida, en silencio pero sonriendo. Siempre sonriendo.
25 / septiembre / 2017
Su nombre lo desconozco, pero le dicen Doña Maruca. Vive en uno de los Multifamiliares de Tlalpan, y desde el día que llegué con un grupo, siempre ha estado ahí, «dando lata», como nos dijo. Un día, para guarecerme de las lluvias, llevé un impermeable y entonces supo que le voy al Cruz Azul; desde entonces no deja de «chingarme», de «chingarnos»; le va al América. «Yo a ustedes les voy a estar ‘chingando'», nos dijo desde aquella primera vez y cumplió; pero también siempre nos sirvió café, nos regaló pan y siempre, siempre, una sonrisa.
El domingo temprano, antes de que llegara con sus cafés, me regresé a casa de mis papás; no les había visto un día completo desde el pasado martes. Me despedí de mi grupo, de los amigos que en pocos días se convirtieron en mis hermanas y hermanos. A doña Maruca no la vi hasta hoy, que volví, a regalar mi casco y mi chaleco; también, si la veía, para ella le tenía un regalo. «Ande, póngasela Doña Maruca, total que a usted sí le queda y a mí no», y se ríe. Se la pone, no lo duda y me dice: «Me cae que cuando jueguen los dos, yo siempre me llevaré ésta». Le regalé mi playera del Cruz Azul; habrá que estar pendientes en el próximo clásico.
11 / octubre / 2017
Le llamamos «el Jerry«. No lo veía desde aquellos días, desde aquellas horas intensas, entre lluvia y polvo, con la adrenalina al tope, con las emociones a flor de piel… La noche del viernes 19 de septiembre de 2017 me llamó la atención: era uno de los más movidos, uno de los más proactivos. Desde entonces lo vi en los siguientes días; parecía que toda su vida había hecho siempre eso, que había llegado justo en el momento perfecto.
Hoy volví a verlo, al fondo de una cafetería sentado frente a una taza. Dudé que fuera él, lo veía cabizbajo, con la mirada perdida… Cuando me acerqué a ver si era él, y saludarlo, lo noté hasta tímido. Tardó en reconocerme, pero cuando lo hizo, me abrazó con fuerza. De inmediato cambió, era «el Jerry» que había conocido en aquel derrumbe. Pasamos casi 2 horas platicando; sobre todo de esos días. Le di un abrazo fuerte y me despedí; quedamos en vernos pronto, en hablar seguido. Su taza, que contenía café, seguía intacta, ya fría, no la había tocado.
A la salida, viendo si no había olvidado yo algo -como siempre-, logré observar que ahí seguía, cabizbajo, con la mirada perdida…
A la memoria de los que se fueron,
de los que nos quedamos,
de todos.
Foto: Yasher de Jesús Figueroa.
Asfaltos. Sobrevivo en una ciudad junto a millones de personas. ¿Mexiqueño? Me enamoro rápido y olvido difícilmente. Amo la música, el cine, los cómics, las mujeres y -últimamente gracias a los servicios de streaming– las series también. Vivo la vida a través de letras y melodías. Músico frustrado. Me pueden encontrar escuchando U2, Radiohead y Coldplay; así como Grand Funk Railroad, Styx y Eric Burdon; Chetes, Jumbo y Siddhartha; y hasta Jesse & Joy, Silverio y Aleks Syntek. Batman y Star Wars mis pasiones; también el Cruz Azul, pero ya saben… subcampeonísimo. Sobreviviente y náufrago; ermitaño que odia la soledad.
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