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«El depredador»: no importa quién gana, todos perdemos

Por Asfaltos.

«Depredador 2» (1990), «Alien vs. Depredador» (2004), «Aliens vs. Depredador: Requiem» (2007), «Depredadores» (2010) y ahora “El depredador” (2018), todas persiguiendo el éxito de la “Depredador” (1987) original con Arnold Schwarzenegger como protagonista, pero sin resultados tan convincentes. Quizá, curiosamente, la mayor aportación haya provenido de la primera secuela, quizá la más olvidada de la serie; cuyo detalle fue el haber colocado al monstruo alienígena en otro tipo de jungla: la urbana. “El depredador” repite a sus antecesoras sin tanto ingenio.

Sí, no nos vamos a hacer bolas asegurando que la primera “Depredador” era una obra maestra; si la comparamos con su prima “Alien” (1979) de Ridley Scott, desde luego que palidece. Pero sí se puede afirmar de manera contundente que la primer película que incluía también en el elenco al Apollo Creed de «Rocky» (1976), Carl Weathers, era por lo menos muy entretenida. Sencilla, sin tantas vueltas y directa a lo que iba, “Depredador” se ganó su sitio en el imaginario cultural.

Inmersos en un cine que apuesta frenéticamente por la creación de franquicias, donde los remakes y secuelas dominan, era obvio esperar una nueva versión del Depredador, pero por lo menos nos hubiera gustado que ésta resultara entretenida. No, “El depredador» no es entretenida; cuando menos es vaciada.

En el espacio exterior, como primera escena (por cierto, con ecos al inicio de “Alien”), nos encontramos una nave que escapa con un Depredador como piloto. Después de un accidentado aterrizaje, la nave se estrella, tras lo cual un grupo de soldados estadounidenses que operaban en el lugar acuden a revisarla. Sí, fue una mala decisión que les costaría la vida a todos, menos a uno: Quinn McKenna (Boyd Holbrook).

El problema con “El depredador» es que a diferencia de la original, apuesta por una trama compleja y con nuevos elementos con los que intenta ofrecer algo distinto y supuestamente más espectacular y “profundo”. Sí, una profundidad que alcanza apenas lo más hondo de un vaso, por lo que termina sobre todo siendo ridícula e innecesaria.

A eso añádanle la nueva presencia de monstruos cuyo diseño resulta terriblemente flojo, entre ellos un supuestamente espectacular nuevo Depredador -adivinen qué-, ¡más grande y más fuerte! Sí, los guionistas visualizaron una vez más que ‘bigger is better», y pues no, ese no es el caso. Ya ni mención les hago de los “sabuesos Depredador» porque… Ups, ¿lo escribí o lo pensé?

Si hay algo que verle de no tan malo a esta película, aunque con sus respectivos «asegunes», sería el grupo de soldados que se unen a McKenna en la caza del Depredador. El grupo recuerda mucho al de la primera película, aunque hay que decirlo también que con una dosis un tanto exagerada de humor. Sí, “El depredador” recurre mucho al humor que no está para nada mal, solo si acaso la película no se propusiera enardecidamente presentarnos una trama compleja y llena de elementos “científicos” que al final terminan por provocar risa también; aunque aquí de manera penosamente involuntaria.

 

Del elenco de la película realmente hay poco que decir. El protagonista ya mencionado, interpretado por Boyd Holbrook, me resultó francamente bastante gris. Es quizá el conjunto actores que interpretan al grupo de soldados ya destacado, los que se llevan la mejor parte; salvo quizá por el caso del niño Jacob Tremblay, quien hace del hijo de McKenna, y quien termina por llevarse los mejores momentos; sí, por encima del propio Depredador.

No, no los estoy ahuyentando porque han habido peores películas en el presente año, pero acudan sin mayores expectativas. Quizá solo así es que terminen disfrutándola, y no padeciéndola. ¿Habrá secuela? Lancen sus apuestas, yo digo que no. “El depredador” estrena mañana viernes 21 de septiembre en cines nacionales. ¿Será que es con ésta que no importa quién gane, sino que todos perdemos? Es pregunta.

Con imágenes cortesía de Fox México.

 

 

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