Hipnosis 2018: el valle psicodélico que nos transportó a otro mundo

Texto y fotos por Amaury Berdejo Juárez.

Desde su primera edición en 2017, el Festival Hipnosis dejó en claro su fuerte apuesta por la certeza de que los fans del rock psicodélico y el garage serían suficientes en apoyo y cantidad para no solo sacarlo a flote, sino también consolidar uno de los espectáculos de nicho más ambiciosos de esta década.

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Después de un éxito alentador en diciembre del año pasado, se anunció el cartel para Hipnosis 2018 con nombres importantes en el mundo del rock de la talla de Unknown Mortal y King Gizzard & the Lizard Wizard. La sede sería el Deportivo Lomas Altas, espacio que acogió al festival en su primera edición.

Después, la noticia inesperada: el festival cambió su sede a las Caballerizas de Huixquilucan, a un par de horas de la Ciudad de México. Muchos se molestaron por este movimiento logístico, sin embargo, este detalle significó un cambio importante y positivo en la experiencia que vivimos ese día.

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Resultó que las Caballerizas fueron el escenario ideal para esta experiencia: un pequeño valle en medio del bosque cuyo escenario al centro permitía que todos los congregados tuvieran un buen ángulo de visión; una colina donde se podía descansar y seguir disfrutando del espectáculo sentados en el pasto o en alguna roca, una fogata en medio de la noche que provocaba las risas y el baile de los asistentes.

El clima, aunque fue un tema polémico, también resultó parte del encanto del festival. Un aire frío recorrió el pequeño valle desde la tarde, vaticinando la lluvia por la noche: la sensación de estar realmente en medio de un bosque ayudó a enriquecer la experiencia sensorial y por tanto la musical.

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Sgt. Papers, Build a Vista y San Pedro el Cortez iniciaron la tarde con una muestra de rock hecho en México de muy buena calidad, ofreciendo espectáculo a una congregación de fanáticos que crecía con el paso de los minutos.

Los actos internacionales comenzaron con Stonefield y Boogarins, riffs pesados y coloreados con sintéticas atmósferas sonoras que daban al bosque la sensación de transportarnos en el tiempo a esos festivales sesenteros que quienes nacimos años después solo hemos visto en videos o leído en revistas. De alguna forma todo encajaba para crear esa sensación, el clima, los árboles y la música permitían a la imaginación sentirse incluso en un festival extranjero, debido al particular formato alejado de los típicos recintos de Ciudad de México.

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Por su parte, Wooden Shjips y Allah-Las ofrecieron poderosas y solemnes interpretaciones ya con una llovizna imparable, que no fue impedimento para que una multitud permaneciera estoica bajo la lluvia, hipnotizada y sincronizada con los largos sonidos, sintetizadores y delays que desfilaban por el escenario.

Unknown Mortal Orchestra hizo un despliegue de precisión y ritmos muy particulares, demostrando en ejecución y show el porqué de su relevancia en el cartel. De una manera fina y convincente, encantaron el camino al clímax de la noche, donde la lluvia ya estaba parando, de manera que los que se encontraban refugiados de la lluvia en las carpas de mercancía o food trucks se animaron a completar la multitud lista para la última banda.

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Llegó el memento más esperado de la noche, el show de King Gizzard & the Lizard Wizard es sin duda uno de los más impresionantes en cuanto a ejecución de rock psicodélico se refiere. Melodías vocales alineadas a las guitarras, tiempos precisos de beat pegajoso y por supuesto, la destreza técnica de hacer coexistir a dos bateristas en tiempo real, sin duda un show para el recuerdo.

Así fue como un pequeño valle en medio del bosque fue capaz de recibir a cientos y cientos de amantes del rock, que vieron materializado el sueño de ver a sus bandas favoritas con el valor agregado de una auténtica experiencia sensorial que es sinceramente inalcanzable en la ciudad.