Por Asfaltos.
Avanzamos poco a poco rumbo a la entrega 91 de los premios Oscar, y las carteleras de cine de nuestro país se llenan una vez más de una inusitada diversidad en su oferta. En este par de semanas, cintas de cine extranjero se hacen de un espacio con motivo de sus nominaciones en la categoría a «Mejor película de habla no inglesa»; misma categoría en la que encontramos esa diversidad que posiblemente tampoco hay en la generalidad de los premios. «Cafarnaúm: La ciudad olvidada», de Líbano, es la cinta que llega a cines nacionales a partir de mañana viernes 8 de febrero; misma película que me toca reseñar hoy.
Nos encontramos al interior de un tribunal de justicia. Observamos, encadenado, la llegada de un niño de aproximadamente 12 años de edad. Frente al pleno y a pregunta expresa del juez de a quién y por qué acusa, el muchacho llamado Zain contesta que a sus padres. «¿Por qué?», revira el juez. «Por haberme tenido», contesta Zain. Así, con esa muy contundente acusación, es como inicia el relato de todos los antecedentes que llevaron al joven Zain a ese punto de su vida.
En el Líbano, en una ciudad donde se nos presentan el caos y la podredumbre en la que «viven» centenares de familias -como en la Cafarnaúm bíblica-, es donde la directora Nadine Labaki ambienta su historia con las actuaciones principales de Zain Al Rafeea como Zain y Yordanos Shiferaw como la inmigrante keniana Rahil. Sin revelar de más, los caminos de Zain y Rahil se terminan cruzando en un encuentro que resultará vital para la conformación de ambos destinos. Lo que suceda, o no suceda entre ellos, terminará además por afectar a un tercero: sí, a otro niño que tampoco pidió venir al mundo.
La película, hay que decirlo, es muy dura de ver. Con una fotografía sobresaliente, en la que destacan tomas aéreas tomadas con drones que dan cuenta de la magnitud del problema, la película de Labaki nos presenta con lujo de detalle el deterioro y el muy lamentable estado de muchos seres humanos en un sitio como el que se nos presenta. Las escenas no dejan de escapar ni un solo detalle; es claro que una de las tantas intenciones de la realizadora es introducirnos al estado de las cosas, o al caos de las cosas: vivir, en efecto, el drama de Zain, a quien ya escuchamos reclamar…
En lo que respecta a las actuaciones, a destacar, hay que referirse principalmente a Zain Al Rafeea como Zain. El muchacho, el centro de la película, interpreta sin duda a uno de los personajes más jóvenes que mejor se han desenvuelto frente a la cámara; aunque también -y lo explico más adelante- su trabajo es tan bueno, que inclusive, siento yo, Zain va más allá de solo interpretar a un niño, y mas bien terminar por representar un cúmulo de voces que encuentran eco a lo largo de la película. Es decir, los diálogos, la construcción de su personaje, por momentos es tan poco natural, que bien podemos verle como representante del tema principal de la cinta. Yordanos Shiferaw, quien interpreta a Rahil, realiza una muy buena labor; más allá de que su pasado tiene ecos con el papel que interpreta.
Sin embargo, a pesar de lo anterior, «Cafarnaúm: La ciudad olvidada» no me parece una película sobresaliente… es más, la califico inclusive como una cinta peligrosamente tendenciosa por su mensaje. Si bien la película pudiera no dejar de ser entrañable, a mí me queda la duda del fin de lo que la realizadora busca transmitir. La cinta conmueve tanto como esos comerciales dramáticos de televisión en los que se nos pide donar ayuda para los menos desfavorecidos; aunque al final, en «Cafarnaúm: La ciudad olvidada» no hay un número al cual marcar, sino mas bien la sensación de que frente a un problema tan complejo como el que se presenta, se nos ofrece una solución única, simplista y reduccionista. Toda la construcción de la película lleva al punto de pensar únicamente en lo terrible que fueron los padres de las pobres criaturas dejadas a su suerte; así que, por qué no, promover el control natal o de plano evitar su reproducción total. No digo que la sobrepoblación no sea un problema, a lo que voy es que la solución al problema es más grande y más amplia, por lo que sin duda molesta que toda la construcción melodramática lleve al final a una solución tan corta, miope y sí, yo creo que peligrosa.
Otro punto, que creo valdría poner sobre la mesa, es uno de los muchos elementos de los que se vale la realizadora para la ejecución de su película. Ahora que está tan en boga el tema de los no actores, que no discuto ni rechazo, sí creo que valdría la pena la reflexión al respecto de los procesos psicológicos a los que se enfrentan y para los que probablemente no estén preparados. En «Cafarnaúm: La ciudad olvidada», una pequeña bebé, que evidentemente no actúa sino reacciona -creo ésto no está a discusión-, termina por experimentar momentos duros que desconocemos y que la llevaron a tener las reacciones que la realizadora quiso captar con su cámara; ya fuera en el nombre del arte, o en el nombre de su mensaje -el que fuera-, el asunto es que no puede escaparse de nuestra mente que se trata de una bebé, tan solo de una bebé.
En fin, no soy nadie para decirles qué ver o no en el cine, pero sí para compartirles mi muy particular punto de vista sobre lo que observo. A falta de ver una de las cinco películas nominadas al Oscar en la categoría a «Mejor película de habla no inglesa», considero a «Cafarnaúm: La ciudad olvidada» como la película menos interesante de la baraja. Muy lejos de «Un asunto de familia» de Hirokazu Koreeda, «Roma» de Alfonso Cuarón y «Guerra Fría» de Pawel Pawlikowski, éstas dos últimas las favoritas en la categoría, «Cafarnaúm: La ciudad olvidada» puede considerarse ganadora con la nominación. Ya saben, si se animan a ver «Cafarnaúm: La ciudad olvidada», los invito a comentarla conmigo; me encantará leerles.
«Cafarnaúm: La ciudad olvidada» estrena mañana viernes 8 de febrero en cines nacionales. Consulten las carteleras de sus cines favoritos.
Con imágenes cortesía de Sony Pictures México.
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