Por Asfaltos.
A menos de dos semanas de la entrega de los premios Oscar, entre los cinéfilos en México no hay otro tema que no sea éste; sobre todo con la mexicana «Roma» de Alfonso Cuarón como principal protagonista. Todos están dominados «casi ciegamente» por los Premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos de América. «La fiesta del cine», «la celebración al séptimo arte», «la reunión de los hacedores y magos de la ‘fábrica de sueños'»… ¿En verdad son tan importantes los premios Oscar? ¿Por qué les hacemos tanto ruido? ¿Por qué acaparan como ningún otro premio la atención de los cinéfilos?
La primera entrega de los premios Oscar se realizó en el ya muy lejano año de 1927. La premiación distaba mucho de lo que es ahora; aunque ya desde el inicio presentaba ciertos elementos que con el tiempo se irían desarrollando. En los primeros años de los premios, se invitaba a los votantes de la Academia a que se mantuvieran ajenos a cualquier discriminación, y sobre todo, a que fueran honestos con su proceder; se buscaba ser lo más representativos posibles. Los primeros resultados llevaban a la Academia a afirmar que existía absoluta libertad para elegir a los ganadores; sin embargo, con el creciente poder de los estudios de cine, la historia se fue modificando.
Como se destaca en un texto de la revista Variety, campañas publicitarias como la que impulsan a «Roma» de Alfonso Cuarón rumbo al codiciado reconocimiento a «Mejor película», existieron desde los primeros años. Como ahora, han habido campañas sutiles y otras más francas y muy directas. El porqué de estas importantes campañas publicitarias es obvio: el que una película, un actor o un director gane un premio como los Oscar, le legitima en una industria como la estadounidense donde las etiquetas cuentan. Entre más nominaciones y premios se acumulen, mejor la carrera de cada uno de los que anhelan hacerse de un lugar en la jugosa industria del entretenimiento. Los grandes estudios como ahora sucedió con Disney y su «Pantera negra», invierten fuertes sumas de dinero para vender sus películas al público y posteriormente persuadir a los miembros de la Academia para que voten por sus trabajos.
El que los Oscar funcionaran así desde hace años no es novedad, pues en sus inicios, por ejemplo, uno de los fundadores de la Academia, el mismo líder del poderoso estudio MGM, Louis B. Mayer, fue quien llevó para su molino en la primera década de los premios muchas de las nominaciones y premios Oscar, superando así a su más cercano competidor Paramount. En ese mismo periodo pocas -muy pocas- películas nominadas fueron producidas fuera del imperio de los estudios, Hollywood; al tiempo que para los cineastas independientes las oportunidades resultaron muy escasas.
El que le pongamos tanta atención a los premios Oscar obedece sí a una lógica de mercado impuesta por la industria cinematográfica de los Estados Unidos de América, pero también a una muy sólida relación con el gobierno de ese país que utiliza al entretenimiento para sus propios fines.
En un muy interesante texto publicado por el diario británico Independent, se destaca cómo el Pentágono abrió en 1948 una oficina con enfoque en el entretenimiento; mientras que la CIA, varios años después, siguió sus pasos abriendo una oficina similar en 1996. En documentos obtenidos por el diario, se descubre cómo entre 1911 y 2017 más de 800 películas recibieron ayuda del Departamento de Defensa norteamericano, incluyendo franquicias millonarias como lo son «Transformers», «Iron Man» y «Terminator», por mencionar tan solo algunas. Algunas otras injerencias por parte del gobierno son descritas en el artículo, como por ejemplo que el Pentágono influyera en la eliminación de una escena de la película «Contacto» en la que los militares manifestaban su preocupación por una invasión extraterrestre con una maquinaria mortal, visión que el personaje de Jodie Foster calificaba como una «paranoia surgida de la Guerra Fría».
Para no ir muy lejos, en un acto que resultó hasta vulgar, en la ceremonia de 2013 el premio a «Mejor película» fue otorgado por la mismísima Primera Dama de los Estados Unidos, Michelle Obama; quien nada mas y nada menos que desde la Casa Blanca, otorgaba el reconocimiento a la muy política cinta «Argo» dirigida por Ben Affleck. Así, o más claro el asunto…
El que los premios Oscar se alcen como el reconocimiento a «lo mejor del cine en el año», funciona convenientemente para que las corrientes ideológicas que promueven tanto las industrias comerciales como el gobierno, continúen difundiéndose. El cine que se promueve tiene como principal encomienda introducirse en la mente de quienes le consumen, para de ese modo ir moldeando una forma de pensar que sin reflexionar, terminará convirtiéndose en efecto en la manera en la que se ve y se imagina el mundo. Al contrario de ese cine que comentaba yo en una columna anterior no nos dejan ver, el cine promovido por el Oscar no solo es el que nos dejan ver, sino que también es el que nos obligan a ver. Que el tema de los Oscar domine no solo a los cinéfilos, sino también a los medios generales y a los especializados, es parte del triunfo de una industria que continúa produciendo películas sin compromiso, con retratos fabricados de nuestra sociedad y sobre todo, que exigen cada vez menos de un espectador que termina conformándose con éstas.
¿Son tan importantes los premios Oscar? Lo son para un grupo minoritario, no para la mayoría. Vistos como mero entretenimiento están bien; pero al final, deberían analizarse también a profundidad y sobre todo con un criterio -y valga la redundancia- más crítico.
Asfaltos. Sobrevivo en una ciudad junto a millones de personas. ¿Mexiqueño? Me enamoro rápido y olvido difícilmente. Amo la música, el cine, los cómics, las mujeres y -últimamente gracias a los servicios de streaming– las series también. Vivo la vida a través de letras y melodías. Músico frustrado. Me pueden encontrar escuchando U2, Radiohead y Coldplay; así como Grand Funk Railroad, Styx y Eric Burdon; Chetes, Jumbo y Siddhartha; y hasta Jesse & Joy, Silverio y Aleks Syntek. Batman y Star Wars mis pasiones; también el Cruz Azul, pero ya saben… subcampeonísimo. Sobreviviente y náufrago; ermitaño que odia la soledad.
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