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Por Pedro Castillo.
En el contrato social de Rousseau encontramos ya la idea de intercambio entre el individuo y su comunidad. Es un pacto donde el individuo, para poder vivir en sociedad, decide sacrificar, conciente o no, una cierta dósis de libertad a cambio de algunas contraprestaciones por parte de la colectividad. El derecho a no ser asesinado, a la propiedad privada, etc. La sociedad nos da estas prevendas esperando recibir como contraprestación algunas conductas por nuestra parte individual.
Mucho se ha avanzado ya desde los primeros grupos sociales con sus primitivas divisiones del trabajo y su cosmogonía naturalista. Ahora las sociedades evolucionan a partir de la información. Tan solo en el año dos mil nueve la humanidad originó la misma cantidad de información que en los cinco mil años previos. Se avanza a ritmos acelerados y con base en la competencia a todos niveles.
Pero, ¿cuánto ha avanzado el individuo? ¿Cuánto ha avanzado usted, querido lector? ¿Cuánto y de qué manera el individuo se compromete con su sociedad? ¿Cómo cumplimos con el contrato social? Se podría argumentar con simpleza que el simple hecho de respetar las leyes, cumplir obligaciones fiscales e incluso ostentar un nacionalismo omnipresente en cada aspecto de nuestras vidas privadas son pruebas firmes del cumplimiento de este contrato por parte nuestra para con la sociedad que nos vio nacer. Nada mas mediocre.
En estos tiempos, el compromiso es una palabra mal utilizada, poco comprendida. Un compromiso significa ir a fondo, estar involucrado hasta la médula, ser la medula. Un compromiso no puede tener límites, es total, no parcial. Sin dejar de lado la perspectiva histórica del concepto de ciudadano, no podemos pretender que un compromiso este desbalanceado. No podemos esperar que mágicamente todo suceda. Esperar que un día me despierte por la mañana y no haya tráfico, la gente rebase por la izquierda, los trabajadores no pretendan trabajen, sino trabajen y los patrones no simulen sino paguen lo justo. Donde la clase política sea honrada, capacitada, racional, justa. No podemos esperar que nada de eso suceda si nosotros no nos comprometemos. Al ciento por ciento ni un gramo menos. ¿Con qué cara exigimos que no roben si nosotros robamos? ¿Cómo pedimos que no sean hipócritas cuando ellos vienen de nuestras filas? En una palabra, ¿cómo podemos esperar que nuestra clase política se comprometa a cumplir el contrato social cuando nosotros también lo violamos al mas mínimo estímulo? Estas líneas estan inundadas por el aire del axioma hoy tan claro como siempre que dice: cada pueblo tiene el gobierno que se merece.
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